Elroto

Páginas: 222 (55371 palabras) Publicado: 14 de mayo de 2015
El Roto
Joaquín Edwards Bello

“Uso exclusivo
Vitanet,
Biblioteca virtual
2002”

I

DETRAS DE LA ESTACIÓN
Central de ferrocarriles, llamada Alameda, por estar a la entrada de
esa avenida espaciosa que es orgullo de los santiaguinos, ha
surgido un barrio sórdido, sin apoyo municipal.
Sus calles se ven polvorientas en verano, cenagosas en invierno, cubiertas de harapos, desperdicios de comida,chancletas ratas
podridas. Mujeres de vida airada rondan por las esquinas al caer la
tarde; temerosas, embozadas en sus mantos de color indeciso,
evitando el encuentro con policías... Son miserables busconas,
desgraciadas del último grado, que se hacen acompañar por obreros
astrosos al burdel chino de la calle Maipú al otro lado de la
Alameda. La mole gris de la Estación Central, grande y férreaestructura, es el astro alrededor del cual ha crecido y se desarrolla
esa rumorosa barriada.
Algún trabajo costó llevar el riel a la capital cerrada en sus
murallas de granito, enemiga del mar. La influencia anglosajona.
patente en la costa, no llega a Santiago, baluarte colonial, clerical
y reaccionario, donde se conserva vivo el espíritu vanidoso y
retrógrado de los mandarines que en 1810 hicieronacto de
sumisión a Dios y al rey contra el gran Rozas. Un político
santiaguino se opuso al ferrocarril: “Ese sistema de locomoción
traerá la ruina de los propietarios de carretas”, deda en
memorables sesiones: al sapiente Bello llamó “miserable
aventurero” porque defendí a el riel. A pesar de la oposición
parlamentaria y los inconvenientes materiales, llegó la
locomotora a despertar la Alamedaapacible y franciscana, con
sus acequias de pueblo. Los santiaguinos empezaron a
transformarse; los primeros que fueron a ver el mar llevaron a la
fonda colchones, frazadas y comestibles; en el tren iban
comunicativos y desordenados como en los paseos en carreta.
El que fue extrarradio desierto, triste en el día y peligroso en la
noche, con cruces y velas al borde de los caminos marcando el
sitiodonde cayeron los asesinados, ha llegado a ser un barrio
hirviente, lleno del ruido de las máquinas, los motores, la gritería
de los pilluelos y vendedores ambulantes.

Un poco de la vida de Europa, del ajetreo moderno, ha llegado con
el riel desde Valparaíso a la capital amodorrada, catedralicia y
apática. Actualmente la Estación Central es soberbia. Un reloj,
colocado en el centro del triángulo queabarca todo el frente del
edificio, marca las horas con la impasible constancia de las cosas
mecánicas, en tanto pasan bajo él palpitantes locomotoras,
transpirando vapor, sudando por sus poros de metal, enviando
hacia el cielo en penachos esponjados el humo turbulento y espeso
que parece ser el alma del barrio. Innumerables postes
contrahechos, negruzcos, del telégrafo y alumbrado se destacanpor
todas partes sin simetría, cual si espontáneamente brotaran del
asfalto onduloso. Los potentes pitazos y el estrépito que sacude las
casas al rodar de los trenes arrancan un eco a la serenidad bucólica
de los viñedos, potreros y arboledas, que empiezan en la Quinta
Normal y más allá, por la Avenida de los Pajaritos. En la plaza y en
las callejuelas vecinas hay multitud de pensiones o fondassospechosas, a dos pesos el rato, o tres pesos la noche, con criadas
jóvenes y complacientes que por las tardes se destacan en las
puertas, sonriendo a los transeúntes de manera extraña.
Se adivina que el barrio es nuevo, de esos que brotan tomo
setas en las ciudades de América; improvisado en una comuna
rural donde no hace más de tres años triunfaban las carreras a la
chilena, con su alborotadocolorido de chupallas y chamantos. Se
siente el campo; se nota que el contacto con la parte verdadera de
la capital es escaso; está marcado ese arrabal por el roce incesante
con los campesinos que llevan al amanecer las hortalizas a un
mercado local, o las reses a una feria o Tattersall que está al otro
lado de la plaza. La gente tiene un sello propio, característico; es
recia y áspera como el ají...
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