emiliano zapata
(México, 1918-1986)
El día del derrumbe
(El Llano en llamas, 1953)
—Esto pasó en septiembre. No en el septiembre de este año sino en el del año pasado. ¿O fue el antepasado, Melitón?
—No, fue el pasado.
— Sí, si yo me acordaba bien. Fue en septiembre del año pasado, por el día veintiuno. Óyeme, Melitón,¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día deltemblor?
—Fue un poco antes. Tengo entendido que fue por el dieciocho.
—Tienes razón. Yo por esos días andaba en Tuzcacuexco. Hasta vi cuando se derrumbaban las casas como si estuviera m echas de melcocha; nomás se retorcían así, haciendo muecas y se venían las paredes enteras contra el suelo. Y la gente salía de los escombros toda aterrorizada corriendo derecho a la iglesia dando degritos. Pero espérense. Oye, Melitón, se me hace como que en Tuzcacuexco no existe ninguna iglesia. ¿Tú no te acuerdas?
—No la hay. Allí no quedan más que unas paredes cuarteadas que dicen fue la iglesia hace algo así como doscientos años; pero nadie se acuerda de ella, ni de cómo era; aquello más bien parece un corral abandonado plagado de higuerillas''.
—Dices bien. Entonces nofue en Tuzcacuexco donde me agarró el temblor. Ha de haber sido en El Pochote. ¿Pero El Pochote es un rancho, no?
—Sí, pero tiene una capillita que allí le dicen la iglesia; está un poco más allá de la hacienda de los Alcatraces.
—Entonces fue allí ni más ni menos donde me agarró el temblor ese que les digo y cuando la tierra se pandeaba todita como si por dentro la estuvieranrebullendo. Bueno, unos pocos días después, porque me acuerdo que todavía estábamos apuntalando paredes, llegó el gobernador; venía a ver qué ayuda podía prestar con su presencia. Todos ustedes saben que nomás con que se presente el gobernador, con tal de que la gente lo mire, todo se queda arreglado. La cuestión está en que al menos venga a ver lo que sucede, y no que se esté, allá metido en sucasa, nomás dando órdenes. En viniendo él, todo se arregla, y la gente, aunque se le haya caído la casa encima, queda muy contento con haberlo conocido. ¿O no es así Melitón?
—Eso que ni qué.
—Bueno, como les estaba diciendo, en septiembre del año pasado, un poquito después de los temblores cayó por aquí el gobernador para ver como nos había tratado el terremoto. Traía geólogo ygente conocedora, no crean ustedes que venía solo. Oye, Melitón, ¿como cuánto dinero nos costó darles de comer a los acompañantes del gobernador?
—Algo así como cuatro mil pesos.
—Y eso que nomás estuvieron un día y en cuanto se les hizo de noche se fueron, si no, quién sabe hasta qué alturas hubiéramos salido desfalcados, aunque eso sí, estuvimos muy contentos: la gente estaba quese le reventaba el pescuezo de tanto estirarlo para poder ver al gobernador y haciendo comentarios de cómo se había comido el guajolote y de que si había chupado los huesos, y de cómo era de rápido para levantar una tortilla tras otra rociándolas con salsa de guacamole; en todo se fijaron. Y él tan tranquilo, tan serio, limpiándose las manos en los calcetines para no ensuciar la servilleta, quesólo le sivió para espolvorearse de vez en vez los bigotes. Y después cuando el ponche de granadas se les subió a la cabeza, comenzaron a cantar todos en coro. Oye, Melitón ¿cuál fue la canción esa que estuvieron repite y repite como disco rayado?
—Fue una que decía: “No sabes del alma las horas de luto.”
—Eres bueno para eso de la memoria Melitón, no cabe duda. Sí fue ésa. Y elgobernador nomás reía; pidió saber dónde estaba el cuarto de baño. Luego se sentó nuevamente en su lugar, olió los claveles que estaban sobre la mesa. Miraba a los que cantaban, y movía la cabeza, llevando el compás, sonriendo. No cabe duda que se sentía feliz porque su pueblo era feliz, hasta se le podía adivinar el pensamiento. Y a la hora de los discursos se paró uno de sus acompañantes, que...
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