Emilio salgari el leon de damasco
EMILIO SALGARI
Titulo original: IL EMILIO SALGARI
Nació en Verona Italia, 1862, dotado de una gran imaginación y de carácter un tanto solitario. Abandonó los estudios para matricularse en 1879 en el Instituto Náutico Paolo Sarpi para capitanes, en Venecia. A causa de un fracaso amoroso regresó a Verona. Durante algún tiempo se desempeñó como periodista y, en 1892,contrajo matrimonio con la actriz Aida Peruzzi, con quien decidió radicarse en Piamonte. A pesar de haber escrito un total de ciento cinco novelas de gran éxito en su juventud, debió pasar hasta el fin de sus días por dolorosas privaciones económicas. Algunas de sus obras son El Corsario Negro, La Reina del Caribe y Sandokán. En 1911, con cuatro hijos, su mujer interna en un hospital, y sin podersuperar su precaria situación económica, la desesperación lo fuerza a quitarse la vida.
LA SOBRINA DE ALÍ BAJÁ
–Ahí tenéis la bandera azul de los tres leones rampantes... Allí está la galera del bajá de Damasco. ¡Izad la nuestra!... Señora, ya se aproxima el momento de la venganza.
Aquellas palabras las pronunciaba un guerrero turco de elevada estatura, membrudo y de piel bastantebronceada, quien, al parecer, acechaba desde días atrás la llegada del navío, en lo alto del imponente castillo de Hussif, sólida mole de construcción veneciana, tan maciza y fuerte que se precisaron doscientas galeras turcas para obligar a rendirse a los últimos bravos que sobrevivieron a la caída de Chipre. Frente al mar y a la tierra alzaba sus elevadísimas torres y sus espaciosas terrazas,defendidas por más de cincuenta culebrinas y de veinte bombardas, imponiendo respeto.
La voz del fuerte guerrero, tan rotunda como el mugido de un toro, se impuso por un instante al fragor de la resaca y resonó de arriba abajo de la torre.
Pasado un momento surgió una joven, que salió de una de las torres, y penetró casi a la carrera en la terraza. Era muy hermosa y tendría unos veinte años;alta, esbelta, de ojos negrísimos que resaltaban bajo largas cejas bellamente delineadas, de boca pequeña con rojos labios semejantes a cerezas maduras, y cabello larguísimo y suelto, de color ala de cuervo. En su semblante, aunque con una perfección de rasgos casi griega, había cierta dureza y energía que denotaba al momento a la mujer turca, cruel siempre, en el fondo, por haberla acostumbradoa ello los sultanes de los siglos XV y XVI.
Al estilo de las mujeres notables turcas de aquel tiempo lucía elegantes calzones de seda blanca recamados en oro, amplios y acuchillados para que pudieran verse las piernas, jubón de verde seda orlado de plata y grandes perlas, de extraordinario valor, por botones. Su cintura la ceñía una ancha faja de rojo brocado, anudada por delante con un granlazo que le alcanzaba casi hasta los pies, calzados con escarpines de punta torcida hacia arriba y de cuero carmesí con adornos de oro.
A diferencia de las demás damas, anhelosas de joyas –que los sultanes, por aquella época victoriosos de continuo, luego de haber entrado a saco en provincias y reinos distribuían a diestro y siniestro, con la generosidad propia de los grandes ladrones,–aquella muchacha no lucía ningún adorno de este tipo ni tan siquiera en las orejas, muñecas o cuello. Por el contrario, colgaba de su faja una cimitarra cuya empuñadura y vaina estaban adornadas con zafiros y esmeraldas.
– ¿Qué le ocurre a mi capitán para gritar de esa manera? –preguntó al turco, que en el extremo de la terraza y con la mano sobre los ojos a modo de pantalla parecía contemplaralguna cosa de gran interés en lo más lejano del horizonte. – ¿Sabes que ya es hora del café?
–Mejor es el café que llega por el mar, señora. El bajá de Damasco ha caído finalmente en la trampa que le había preparado su tío el Gran Bajá.
El rostro de la joven manifestó una salvaje alegría y sus ojos lanzaron destellos.
– ¿Lo supones así, Metiub?
– ¿Acaso estoy ciego, por...
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