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FRANCISCA Y LA MUERTE Cuento cubano anónimo Adaptación: Onelio Jorge Cardoso
“¡Chin!” pensó la muerte, “se me irá el tren de las cinco. No; mejor voy a buscarla”. Y levantando su voz, dijo la muerte: -¿Dónde, de fijo, pudiera encontrarla ahora? -De madrugada salió a ordeñar. Seguramente estará en el maizal, sembrando. -¿Y dónde está elmaizal?- preguntó la muerte. -Siga la cerca y luego verá el campo arado detrás. -Gracias- dijo secamente la muerte y echó a andar de nuevo. Pero miró todo el extenso campo arado y no había un alma en él. Sólo garzas. Se soltó la trenza la muerte y rabió: “¡Vieja andariega, dónde te habrás metido!” Escupió y continuó su sendero sin tino. Una hora después de tener la trenza ardida debajo del sombrero y lanariz repugnada de tanto olor a hierba nueva, la muerte se topó con un caminante. -Señor, ¿pudiera usted decirme dónde está Francisca por estos campos? -Tiene suerte-dijo el caminante-, media hora lleva en casa de los Noriegas. Está el niño enfermo y ella fue a sobarle el vientre. -Gracias-dijo la muerte como un disparo y apretó el paso. Duro y fatigoso era el camino. Además, ahora tenía quehacerlo sobre un nuevo terreno arado, sin trillo, y ya se sabe cómo es de incómodo sentar el pie sobre el suelo irregular y tan esponjoso de frescura, que se pierde la mitad del esfuerzo. Así llegó la muerte hecha una lástima a casa de los Noriegas. -Con Francisca, a ver si me hace el favor. -Ya se marchó. -¡Pero, cómo! ¿Así tan de pronto? -¿Por qué tan pronto?-le respondieron-Sólo vino a ayudarnos conel niño y ya lo hizo. ¿De qué extrañarse? -Bueno…verá-dijo turbada-es que siempre una hace la sobremesa en todo, digo yo. -Entonces usted no conoce a Francisca. -Tengo sus señas-dijo burocrática la impía.
los presentes la pudo reconocer. ¡Claro!, venía la parca con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla en el bolsillo. -Si no molesto-dijo-, quisiera saber dónde vive la señoraFrancisca. -Pues mire-le respondieron, y asomándose a la puerta, un hombre señaló con su dedo rudo de labrador. -Allá por los matorrales que bate el viento, ¿ve?, hay un camino que sube la colina. Arriba hallará la casa. “Cumplida está” pensó la muerte, y dando las gracias echó a andar por el camino aquella mañana que, precisamente, había pocas nubes en el cielo y todo el azul resplandecía de luz.Andando pues, miró la muerte la hora y vio que eran las siete de la mañana. Para la una y cuarto, pasado el meridiano, estaba en su lista cumplida ya la señora Francisca. “Menos mal, poco trabajo; un solo caso”, se dijo la muerte satisfecha de no fatigarse, y siguió su paso, metiéndose ahora por el camino apretado de romerillo y rocío. […] Así pues, echó y echó a andar la muerte por los caminoshasta llegar a casa de Francisca. -Por favor, con Panchita-dijo la muerte. -Abuela salió temprano-contestó una nieta de oro, un poco temerosa, aunque la parca seguía con su trenza bajo el sombrero y la mano en el bolsillo. -¿Y a qué hora regresa?- preguntó. -¿Quién lo sabe!-dijo la madre de la niña-Depende de los quehaceres. Por el campo anda, trabajando. Y la muerte se mordió el labio. No era paramenos seguir dando vueltas por tanto mundo bonito y ajeno. -Hace mucho sol. ¿Puedo esperarla aquí? -Aquí quien viene tiene su casa. Pero puede que ella no regrese hasta el anochecer.
-A ver; dígalas-esperó la madre. Y la muerte dijo: -Pues…con arrugas; desde luego ya son sesenta años… -¿Y qué más? -Verá…el pelo blanco…casi ningún diente propio…la nariz, digamos… -¿Digamos qué? -Filosa. -¿Esoes todo? -Bueno…además de nombre y dos apellidos. -Pero usted no ha hablado de sus ojos. -Bien; nublados…sí, nublados han de ser…ahumados por los años. -No, no la conoce-dijo la mujer-.Todo lo dicho está bien, pero no los ojos. Tiene menos tiempo en la mirada. Ésa, quien usted busca, no es Francisca. Y salió la muerte otra vez al camino. Iba ahora indignada, sin preocuparse mucho por la mano y...
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