En busca del tiempo perdido
Páginas: 5 (1125 palabras)
Publicado: 19 de octubre de 2013
EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO
Ruego a ustedes, lectores de estas líneas, su venia al tomarme la temeridad de parafrasear el titulo de la serie de libros, que inmortalizo el francés Marcel Proust, como encabezamiento de estas pequeñas reflexiones. Sin duda alguna el tiempo y el espacio actúan como invisibles velos, en lo más recóndito de nuestras memorias. Los años van pasando y se filtranaquellos recuerdos, ora importantes, ora poco trascendentes, pero que el tiempo o la distancia física (como es el caso del que escribe) elevan a un primer plano. Aquellas figuras o espacios olvidados, esas vivencias en un lugar determinado, el entorno, inclusos los sabores y olores, misteriosamente cobran vida en nuestro pensamiento cuando tiempo y espacio ejercen sus poderes insondables. Hacealgún tiempo, tuve que trasladarme fuera de nuestro querido pueblo, incluso allende de las fronteras y los mares… hacia el fin del mundo. Contemplando el horizonte, el inmenso océano pacifico sur, en Chile, los recuerdos, nostalgias, vivencias, las calles y personas, de nuestra ciudad cobran vida y bailan un vals agridulce repleto de matices contrapuestos que muchos han llamado morriña.
Hoy,gracias al milagro de la aldea global, uno puede virtualmente estar unido a sus familiares y amigos y seguir el acontecer diario de nuestra querida Elda. También la ausencia configura una perspectiva diferente y cada vez que regreso a nuestro pueblo, contemplo los progresos urbanos que han acontecido. En los últimos tiempos han surgido proyectos como el derribo de la plaza de toros o el estadiomunicipal para su reubicación en los aledaños de la Avenida de Ronda, ese gran eje de la “Elda del siglo XXI”. Lo entrecomillado es una frase muy manida en contextos políticos pero que sin duda simboliza el adiós a un tiempo que se nos fue, una época diferente, ni mejor ni peor, pero que humildemente creo que ha marcado a muchos de los que crecimos a caballo entre los años 70 y 80 del pasado siglo…¡como pasa el tiempo!
Un tiempo perdido en el que los niños jugábamos o peleábamos (nadie hablaba ni de bullying o acoso escolar) al salir de clase, en esos descampados que limitaban el incipiente avance de nuestra ciudad. Un poco más allá los caminos rurales se perdían entre las cercas de las viejas casas de campo o vaquerías, los últimos bastiones de un mundo antiguo que cedía al desarrollismodel andamio y del ladrillo. Un tiempo perdido en el que el locales como “Billares Lara” en la calle Jardines acogían a una chiquillería adolescente ávida de devorar las tardes y puntajes ante los flippers o billarines eléctricos y los novedosos video-juegos de marcianitos, cuando se forjaban afectos frente a frente, sin mediar teclado, pantalla, modem, messenger, Facebook ,Twitter , mensajessms., etc.
Un tiempo perdido en el que festeabas (como decían nuestros padres o abuelos) en la Plaza Castelar, al cobijo de esas tardes estivales en las que el astro rey se ocultaba tras los grises contornos del monte Bolón; fiel, cual centinela, arropando en sus faldas calles, hogares, alegrías, esperanzas, sueños, tristezas, frustraciones, vivencias que conforman esa memoria individual ycolectiva que forma parte del sentir eldense. Un tiempo perdido en el que los pioneros del botellón se tomaban la plaza adyacente a la Casa de La Juventud peregrinando al kiosco de Jerónimo en busca de sus botellas de cerveza nacional, antes que las cebadas importadas o pubs irlandeses otearan al otro lado del horizonte recreativo.
Un tiempo perdido en el que despertábamos a nuestra juventuden los disco-bares del casco antiguo: Mastaba, Cartón-Piedra, Cucaracha o Tabarca-Pub en el centro. Mientras los adultos consumían su vermouths en bares como Ideal, Los Tanques o cafeterías como “El Negresco” en la calle Nueva. Como no olvidar aquellos domingos de cine: Cervantes, Lis, Gloria, Coliseo, con sus colas en los estrenos estelares; ¡cuantas historias podrían rescatarse de sus plateas...
Ruego a ustedes, lectores de estas líneas, su venia al tomarme la temeridad de parafrasear el titulo de la serie de libros, que inmortalizo el francés Marcel Proust, como encabezamiento de estas pequeñas reflexiones. Sin duda alguna el tiempo y el espacio actúan como invisibles velos, en lo más recóndito de nuestras memorias. Los años van pasando y se filtranaquellos recuerdos, ora importantes, ora poco trascendentes, pero que el tiempo o la distancia física (como es el caso del que escribe) elevan a un primer plano. Aquellas figuras o espacios olvidados, esas vivencias en un lugar determinado, el entorno, inclusos los sabores y olores, misteriosamente cobran vida en nuestro pensamiento cuando tiempo y espacio ejercen sus poderes insondables. Hacealgún tiempo, tuve que trasladarme fuera de nuestro querido pueblo, incluso allende de las fronteras y los mares… hacia el fin del mundo. Contemplando el horizonte, el inmenso océano pacifico sur, en Chile, los recuerdos, nostalgias, vivencias, las calles y personas, de nuestra ciudad cobran vida y bailan un vals agridulce repleto de matices contrapuestos que muchos han llamado morriña.
Hoy,gracias al milagro de la aldea global, uno puede virtualmente estar unido a sus familiares y amigos y seguir el acontecer diario de nuestra querida Elda. También la ausencia configura una perspectiva diferente y cada vez que regreso a nuestro pueblo, contemplo los progresos urbanos que han acontecido. En los últimos tiempos han surgido proyectos como el derribo de la plaza de toros o el estadiomunicipal para su reubicación en los aledaños de la Avenida de Ronda, ese gran eje de la “Elda del siglo XXI”. Lo entrecomillado es una frase muy manida en contextos políticos pero que sin duda simboliza el adiós a un tiempo que se nos fue, una época diferente, ni mejor ni peor, pero que humildemente creo que ha marcado a muchos de los que crecimos a caballo entre los años 70 y 80 del pasado siglo…¡como pasa el tiempo!
Un tiempo perdido en el que los niños jugábamos o peleábamos (nadie hablaba ni de bullying o acoso escolar) al salir de clase, en esos descampados que limitaban el incipiente avance de nuestra ciudad. Un poco más allá los caminos rurales se perdían entre las cercas de las viejas casas de campo o vaquerías, los últimos bastiones de un mundo antiguo que cedía al desarrollismodel andamio y del ladrillo. Un tiempo perdido en el que el locales como “Billares Lara” en la calle Jardines acogían a una chiquillería adolescente ávida de devorar las tardes y puntajes ante los flippers o billarines eléctricos y los novedosos video-juegos de marcianitos, cuando se forjaban afectos frente a frente, sin mediar teclado, pantalla, modem, messenger, Facebook ,Twitter , mensajessms., etc.
Un tiempo perdido en el que festeabas (como decían nuestros padres o abuelos) en la Plaza Castelar, al cobijo de esas tardes estivales en las que el astro rey se ocultaba tras los grises contornos del monte Bolón; fiel, cual centinela, arropando en sus faldas calles, hogares, alegrías, esperanzas, sueños, tristezas, frustraciones, vivencias que conforman esa memoria individual ycolectiva que forma parte del sentir eldense. Un tiempo perdido en el que los pioneros del botellón se tomaban la plaza adyacente a la Casa de La Juventud peregrinando al kiosco de Jerónimo en busca de sus botellas de cerveza nacional, antes que las cebadas importadas o pubs irlandeses otearan al otro lado del horizonte recreativo.
Un tiempo perdido en el que despertábamos a nuestra juventuden los disco-bares del casco antiguo: Mastaba, Cartón-Piedra, Cucaracha o Tabarca-Pub en el centro. Mientras los adultos consumían su vermouths en bares como Ideal, Los Tanques o cafeterías como “El Negresco” en la calle Nueva. Como no olvidar aquellos domingos de cine: Cervantes, Lis, Gloria, Coliseo, con sus colas en los estrenos estelares; ¡cuantas historias podrían rescatarse de sus plateas...
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