EN LEGTIMA DEFENSA

EN LEGTIMA DEFENSA

Si permití que pasara la noche en mi cuarto fue por ese cansancio tan terrible que ya no me permitía ni el más mínimo movimiento. En otro momento – y puedojurarlo por mi dignidad – lo hubiera rechazado desde el comienzo, pero con treinta y nueve horas seguidas sin cerrar los ojos lo único que yo podía hacer era descansar.
Por ahí a las sieteentre a mi habitación y me tire en mi hermosa cama. Apenas me acosté me sumergí en el sueño y así quede hasta que el muy sinvergüenza entro y me despertó. Selo pido, déjemedescansar. Quédese pero no me moleste. ¡Yo quiero descansar ¡ - Ya recuerdo como rogaba y me pareció bobo, sin embargo lo cuento por no ocultar la verdad -. El intruso me entendió – estoyconvencía -, o eso creí. No sé cuánto tiempo me quede dormida sin darme cuenta que él estaba ahí, pero pienso que durante dos horas empezó su asecho fastidioso. Empezó por rozarme laoreja izquierda; siguió, con el cuello; y, rápidamente, un brazo. Eran suaves caricias, muy suaves, tanto que logro romper mi sueño. Pasado un rato de descanso, en infeliz reinicio conganas su intensa acción: sobre las sabanas recorría mi cuerpo y con ganas buscaba el color y calor de mi piel. Yo, arrinconada entre las sabanas, evitaba su contacto y procuraba no oírsu imprudente y grosera serenata que me dio. Lo aguante por puro amor cristiano, o, tal vez por falta de inspiración, pero cuando se me colmo la paciencia, algo muy dentro de mí metransformo de inmediato. Me quite las sabanas, me destape el cuerpo, lo deje que se acercara a mí; y, tan pronto estovo acomodado, me moví como una tigresa salte sobre él y lo ahogue.Sobre el medio día me levante y lo vi muerto… y a pesar de todo me dio pesar. Aunque fue en defensa propia, al ver el animalito aplastado me estremecí y no deje de sentirme culpable.