En qué creen los que no creen

Páginas: 8 (1929 palabras) Publicado: 7 de mayo de 2014
Este libro es un dialogo epistolar entre el cardenal Cario Maria Martini y Umberto Eco, que ocupa la primera parte del presente libro, dio comienzo en el primer número de la revista Liberal aparecido el 22 de marzo de 1995 y prosiguió con ritmo trimestral. Las ocho cartas de este epistolario público, intercambiadas y contestadas con admirable puntualidad por los dos corresponsales. El interésque despertó entre los lectores y el eco obtenido en toda la prensa por los temas tratados en el curso de un año, especialmente el último, el más amplio y atrevido. Hicieron aconsejable ampliar la discusión a otros interlocutores implicados por una u otra razón en el tema. Por último, al cardenal Martini le fue propuesta, no una (imposible) conclusión o síntesis, sino la recapitulación de algunospuntos determinantes. Una réplica con funciones de clarificación y de ulterior relanzamiento.

La obsesión laica por un nuevo Apocalipsis
Hay personas cuyo capital intelectual les viene dado por el nombre con el que firman las propias ideas. De este modo, cuando los franceses se dirigen a alguien cuyo mayor título es el propio nombre, lo hacen así: «Dites-moi-, Jacques Ma-ritain», «dites-moi,Claude Lévi-Strauss».
Acto de prudencia, he dicho además.
La vulgata histórica nos dice que en los años finales del primer milenio se vivió obsesionado por la idea del fin de los tiempos. De ahí tomaron forma los varios milenarismos del segundo milenio, que no fueron únicamente movimientos religiosos, por ortodoxos o heréticos que fueran, porque hoy en día se tiende a clasificar también comoformas de milenarismo a muchos movimientos políticos y sociales, y de matriz laica e incluso atea, que pretendían acelerar violentamente el fin de los tiempos, no para construir la Ciudad de Dios, sino una nueva Ciudad Terrena.
Libro bífido y terrible, el Apocalipsis de San Juan, junto con la secuela de Apocalipsis apócrifos a los que se asocia —apócrifos para el Canon, pero auténticos para losefectos, las pasiones, los terrores y los movimientos que han suscitado—, puede ser leído como una promesa, aunque también como el anuncio de un final, y así ha sido reescrito a cada paso, es esta espera del 2000, incluso por parte de quienes no lo han leído.
Ahora quisiera proponer la idea, algo osada, de que el concepto del fin de los tiempos es hoy más propio del mundo laico que del cristiano.Con ello, no sólo San Agustín, sino la patrística en su conjunto, dona al mundo la idea de la Historia como trayectoria hacia delante, idea extraña para el mundo pagano. Hasta Hegel y Marx son deudores de esta idea fundamental, como lo será Teilhard de Chardin. Pero no es ésta la forma de pensar de todo el mundo laico, que de la historia ha sabido ver las regresiones y las locuras; en cualquiercaso, se da una visión de la historia originalmente cristiana cada vez que este camino se recorre bajo el signo de la Esperanza.
Considero, pues, que hay un milenarismo desesperado cada vez que el fin de los tiempos se contempla como inevitable, y cualquier esperanza cede el sitio a una celebración del fin de la historia, o a la convocatoria del retorno a una tradición intemporal o arcaica, queningún acto de voluntad y ninguna reflexión, no digo ya racional, sino razonable, podrá jamás enriquecer. De esto surge la herejía gnóstica (también en sus formas laicas), según la cual el mundo y la historia son el fruto de un error, y sólo algunos elegidos, destruyendo ambos, podrán redimir al propio Dios; de ahí nacen las distintas formas de superhumanismo, para las que, en el miserableescenario del mundo y de la historia, sólo los adeptos a una raza o a una secta privilegiada podrán celebrar sus flamígeros holocaustos.

Umberto Eco, marzo de 1995

La esperanza hace del fin «un fin»
En los apocalipsis el tema predominante es, por lo general, la fuga del presente para refugiarse en un futuro que, tras haber desbaratado las estructuras actuales del mundo, instaure con fuerza un...
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