En sus manos
mí. No te equivoques conmigo, no tengo la costumbre de leer el
correo ajeno, pero era un simple pedazo de papel con unas
cuantas líneas escritas a mano. Era evidente que iba dirigido a
otro vecino. Parecía una nota inocente, pero, decididamente –y
deliciosamente-, no lo era.Antes de meter aquella nota, y las que
la siguieron,en su buzón, devoraba su contenido: sugerencias,
instrucciones, emplazamientos, órdenes. Cada uno de ellos más
atrevido que el anterior, más complicado y… más excitante. Y yo
los seguía todos al pie de la letra.Antes de recibir aquellas notas,
si un hombre me hubiera dicho lo que tenía que hacer, le habría
enviado a paseo. Pero la sumisión es un arte y hay algo
extrañamente liberador alcumplir las órdenes de otro… Sobre
todo cuando eso te hace sentirte tan bien. Pero he ido
descubriendo que cuanto más me someto, más poderosa me
siento, así que ya va siendo hora de invertir los papeles.Ahora
pongo yo las reglas del juego.
A mis críticos de confianza, ya sabéis quiénes sois.
A mi familia, por su amor y su apoyo.
A mis lectoras, sin vosotras, no tendría ningún éxito.Gracias.
Nunca escribo libros sin música. Por eso quiero dar las gracias a los
músicos y a los artistas que hacen posible que pueda sentarme
delante del ordenador día tras día y crear mundos y a los personajes
que los pueblan.
Por favor, apoyad su trabajo a través de fuentes legales.
Empty Chairs, de Don McLean; It Ain’t Me, Babe de Joaquin Phoenix y
Reese Witherspoon; Closer, de Joshua Radin;Same Mistakes, de
Justing King; Whatever It Takes, de Lifehouse; What Would Happen,
de Meredith Brooks; Hallelujah,de Rufus Wainwright; Gravity, de Sarah
Bareilles; Lying to You, de Schuyler Fisk. These Things, de She Wants
Revenge y SOS de Tim Curry.
Capítulo 1
A veces vuelves la cabeza.
Él salía. Yo entraba. Pasamos el uno junto al otro como dos
barcos que se cruzan en silencio, comocientos de desconocidos se
cruzan cada día. El momento no duró más de lo que se necesita para
distinguir un pelo oscuro y revuelto y la sombra de unos ojos verdes.
En lo primero en lo que me fijé fue en la ropa, en los pantalones cargo
de color caqui y en la camisa negra de manga larga. Después, en su
altura y en la anchura de sus hombros. Durante un lapso de apenas
unos segundos, me fijé enél tal y como los hombres y las mujeres se
fijan los unos en los otros. Giré después sobre la punta de mis zapatos
de tacón bajo y estrecho y le seguí con la mirada hasta que la puerta
de la papelería Speckled Toad se cerró tras de mí.
–¿Quieres que te espere?
–¿Eh? –miré a Kira, que se me había adelantado–. ¿Para qué?
–Para que puedas salir detrás de ese tipo que tanto te ha
impresionado–sonrió e hizo un gesto, pero yo ya no podía verle ni
siquiera a través del cristal.
Conocía a Kira desde que estábamos en el instituto, cuando nos
unió nuestro mutuo amor por un chico de un curso superior llamado
Todd Browing. En aquella época teníamos muchas cosas en común.
Un pelo terrible, un gusto horroroso en el vestir y una afición excesiva
al lápiz de ojos de color negro. Habíamos sidoamigas desde
entonces, pero en aquel momento, no habría sabido cómo llamarla.
Me volví hacia ella desde el centro de la papelería.
–¡No digas tonterías! Apenas me he fijado en él.
–Si tú lo dices...
Kira se apartó de mí y se dirigió hacia una estantería llena de
adornos que jamás se me habría ocurrido comprar. Levantó uno, una
rana de peluche con un corazón a los pies. El corazón teníabordado
en letras brillantes la palabra «Mamá».
–Muy bonito. Pero no, por muchas razones. Pero es posible que
le regale uno de esos –me giré hacia una estantería llena de payasos
de porcelana.
–¡Dios mío! Le va a parecer horripilante. ¿A que no te atreves a
comprárselo? –se rio Kira burlona.
Yo también me eché a reír. Estaba intentando comprar un regalo
para la mujer de mi padre....
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