Enamorada Del Jefe

Páginas: 100 (24781 palabras) Publicado: 26 de abril de 2012
Helen Brooks
Enamorada del Jefe

¿Sería posible que fuera mutua la atracción que sentía por su jefe?
Jeanie llevaba años enamorada de su jefe, Ward Ryan, y desde la fiesta de la oficina, él parecía estar mostrando cierto interés personal en ella.

Capítulo 1

–¿QUIÉN fue el genio al que se le ocurrió que el anuncio de la jubilación de Jim debía ir seguido de una comilona y copas toda latarde?
Jeanie levantó la vista de la mesa y sonrió al hombre alto y moreno que la miraba desde el umbral de su despacho.
–¿Debo entender que no te diviertes con la fiesta? –preguntó, centrando sus ojos color miel en el rostro de Ward Ryan, tan atractivo como enojado en esos momentos.
Puso una mueca de desagrado, entró en el despacho y cerró la puerta. Como de costumbre, el ritmo cardiaco deJeanie se disparó unos segundos hasta estabilizarse en un pulso más sereno y apropiado para una socia respetada de un próspero bufete de abogados situado en el centro de Londres.
–Es que no entiendo qué poderes extraños tendrán las palabras «fiesta de oficina» para que personas normalmente sensatas y reservadas se vuelvan locas –Ward se acercó a la mesa de Jeanie, se apoyó sobre el borde con el ceñofruncido–. En navidades pasó igual... Jenny y Stephanie acabaron catatónicas y las otras dos secretarias parecido. ¿Sabías que Bob lleva veinte minutos encerrado con Catherine en el cuarto de baño? Y John y Michael están haciendo apuestas a ver quién se lleva a Kim a casa.
Jeanie se encogió de hombros. Llevaba cinco años en el bufete de Eddleston, Breedon y Asociados y los dos socios fundadores,Joseph Eddleston y Dan Breedon, eran los primeros en soltar miraditas descaradas, impertinentes en ocasiones, a las empleadas.
–Quizá te interese limpiarte el pintalabios de la mejilla –le dijo con una sonrisa en los labios–. Pero no creo que puedas hacer mucho por el cuello de la camisa.
–¡Malditas mujeres! –gruñó Ward mientras sacaba del bolsillo un pañuelo de tela y se frotaba el pómulo.Todas las mujeres del bufete, desde la jovencita Kim de diecinueve años, con su melena rubia y sus ojos de vamos a la cama, hasta Mildred Robinson, la ayudante de los dos socios fundadores, estaban más o menos colgadas por Ward Ryan. Y el aire distante e indiferente de este, la ley no escrita de separar el trabajo del placer por completo, parecía desesperar a las mujeres más depredadoras, ansiosas pordarse a notar en los días en que, como aquel, el protocolo de la rutina laboral se relajaba un poco.
–Ese rosa es de Jenny, ¿no? –preguntó Jeanie, enamorada también de Ward desde hacía años. Pero, aunque habría dado cualquier cosa por ser ella quien le hubiera dado ese beso, hacerlo habría arruinado la cercanía que había cosechado con él gracias al autocontrol.
Sabía que la consideraba suamiga, probablemente la única amiga que tenía, pues nunca mantenía el contacto con las mujeres con las que salía después de romper con ellas. El hombre de hielo. Así lo habían apodado las mujeres del bufete, lo que no impedía que todas fantasearan con derretirlo.
Pero no era de hielo. Bastaba ver a su hija de seis años para darse cuenta. Claro que, salvo Jeanie, ninguna de las compañeras había tenidoel privilegio de ver a la niña.
–¡Jenny! –bramó Ward–. Pensaba que podría terminar el expediente de Bakerson antes de cerrar esta noche, pero parecía que se pensaba que la había llamado al despacho a otra cosa muy distinta.
–No seas gruñón –contestó Jeanie–. A Jenny le gusta coquetear un poco, nada más.
Ward la escudriñó con esos ojos azules penetrantes. Luego se relajó, esbozó una de esassonrisas que le aflojaban las rodillas a Jeanie.
–Jenny es atractiva, pero no deja de ser mi secretaria, por Dios.
Lo que, viniendo de Ward, lo decía todo.
–¿Estás preparado para el cumpleaños de Bobbie? Es este fin de semana, ¿no?
–El veinte de enero –dijo él, asintiendo con la cabeza. Le encantaba su voz. Formaba parte de ese atractivo general que le volvía las hormonas dinamita. Jeanie miró...
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