Encarcelados Y Sin Embargo Libres?
Encarcelados y, sin embargo, ¿libres?
José María FERNÁNDEZ-MARTOS SJ*
Me piden que reflexione –¡a mí!–: ¿Sentido de la libertad para el preso? ¿Cómo vivir la falta de libertad? ¿Cómo trabajar la libertad interior para no rendirse ante las dificultades y derribar los muros? Lo haré en cuatro apartados.
Los de cartas marcadas: nacidos y crecidos con cadenas
«Son losencadenados por siempre desde siempre».
(MIGUEL HERNÁNDEZ, Las cárceles) La mayoría de los presos que conozco crecieron con las cartas marcadas. Su cautiverio empezó años antes de pisar la cárcel. Unos, por crecer en familias desestructuradas que no les enseñaron a moderar los impulsos más primarios: «¿Por qué doy puñetazos a las paredes cuando el funcionario se retrasa?»; otros, por pobreza:«Mi madre, siendo yo niña, me dejaba en el suelo atada con una cadena y se iba a trabajar. Venían las ratas y mordían mis orejas. Mire, nunca aparto el mechón de las orejas, para que no vean los trozos que faltan». Hay quien cae en prisión y empieza a liberarse. Me decía una traficante con hachís: «Cuando me cogió la policía, levanté los ojos al cielo y di gracias a Dios porque me sacaba de laespiral en que me había metido; ganar cada vez más dinero para construir más casas a mis parientes en mi país». Sin embargo, con el primer ingreso, a «Punki» y a todos se les caen los muros encima. Retención de pertenencias. Ventana con barrotes que da a un patio de puro cemento con muros de siete metros. A lo lesal terrae
708
JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-MARTOS, SJ
jos, la torre de vigilanciaacristalada, con su «picoleto» paseando. Ningún campo ni pueblo a la vista. Si, en la noche, se oyen las olas del mar o el silbido de los trenes, duele más la prisión. La puerta doble –una de rejas (el «cangrejo»), y la otra de acero, con un ventanuco de 15 cms. para poder observar. La mesa y la cama fijadas al suelo. Para ducharse o pasear, horas marcadas. Veinte horas, o algo menos, de soledad en elchabolo. Así habla «Punki». «Me cogieron sin avisar a mi familia. ¿A quién llamo? ¿A mi hija de trece años? ¿Y dinero para la tarjeta? Cuando me detuvieron, «el compi se abrió» con mi bolsa y mis teléfonos. Sólo recuerdo el del hombre con el que conviví ocho años y del que no quiero saber nada, porque me maltrató. Toco el timbre. Espero. Tardan en venir. Llega la funcionaria y pregunta: «¿Quéquiere?». «Tengo el mono y no tengo dinero, ¿me daría un cigarro?». «Vale, toma dos, pero adminístralos, son los últimos» (...y los primeros, pienso). Me tumbo en la cama, envuelta en la manta para olvidar. Se me va la mente al río cerca de mi pueblo, cuando hice «pellas» con unas amigas, fuimos a coger nidos y fruta en las huertas. Me siento libre corriendo, saltando. Sin saber por qué, se me va lacabeza al pueblo de al lado, y allí me veo en fiestas y bailando con los mozos. ¡Qué alegría! Me echo a llorar. ¿Por qué? Aquella noche, ese chico me ofreció mi primer porro. ¡Qué risa! Después otro, y otro. Me viene su nombre, su rostro. Me arrebujo más para olvidar. La fantasía me evoca los pasos que me trajeron aquí. Me levanto, tomo un papel y pinto una chica sin brazos, sin piernas, sin suelo.No sé por qué, pero ésa soy yo. Nada puedo alcanzar por mi cuenta; a ningún sitio puedo ir. La funcionaria me invita a pasear. ¿Sola? Dudo. Hace frío. «Señorita: ¿puedo quedarme?». «Sí». Elijo no salir con los escombros de mi libertad. Oigo voces por la ventana, tres chabolos más allá»: «¿Cómo te llamas? ¿De dónde te han traído? ¿Tienes tabaco? ¿Tu “marrón” es muy gordo? ¿Te gustan los hombres olas mujeres?...» Estoy asustada. En juego mi menguada libertad. Me hago la sorda. Duermo agotada del viaje y del cambio. Me caen lágrimas; veo a mi madre, que me dice llorando: «Hija mía, casi no te reconozco. Me das miedo. Vas a acabar mal». Me duermo en sus brazos. Pregunto: ¿será buena para Punki la privación de libertad Institucional? Pienso –con muchas reservas– que la privación de libertad...
Regístrate para leer el documento completo.