energía renobable
Insisto, pues, en mi pretensión de que no hay que confundir los trabajadores filosóficos y, en general, los hombres de ciencia, con los filósofos, y que en este punto hayque observar escrupulosamente la regla: “A cada cual lo que le es debido”, y no dar a éstos mucho y a aquéllos poco. Pudiera ser que fuese necesario, para la educación del verdadero filósofo, queéste haya subido todos los escalones en los cuales sus servidores, los obreros científicos de la filosofía, se encuentran detenidos; quizá debe él mismo haber sido crítico escéptico, dogmático,historiador y también poeta, compilador, viajero, adivinador de enigmas, moralista, vidente, “espíritu libre”; haber sido casi todo, en fin, para recorrer el círculo de los valores humanos y del sentimientode los valores, para poder mirar, con ojos y con conciencia dotada de facultades múltiples a todas las lejanías y a todas las alturas y a todos los horizontes. Pero todo esto no representa más que lascondiciones primarias de su tarea; esta tarea exige otra cosa más: exige que “cree valores”. Todos los obreros filosóficos, plasmados sobre el noble modelo de Kant y de Hegel tendrán que fijar yreducir a fórmulas un vasto estado de valores, es decir, de valores establecidos, creados antiguamente, que se ha hecho predominante, y durante un cierto tiempo, han sido llamados “verdades”, valores enel dominio lógico, político (moral) o artístico. Corresponde a estos investigadores hacer visible, concebible, tangible, manejable todo lo que ha pasado y ha sido estimado hasta ahora, abreviar todolo que es largo, el “tiempo” mismo, y subyugar todo el pasado: tarea prodigiosa y admirable, al servicio de la cual todo orgullo delicado y toda voluntad tenaz pueden encontrar satisfacciones. “Perolos verdaderos filósofos tiene por misión mandar e imponer la ley”. Ellos dicen: “Esto debe ser así”. Determinan, ante todo, la dirección y el porqué del hombre y disponen para esto del trabajo...
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