Eneste Pueblo No Hay Ladrones

Páginas: 33 (8007 palabras) Publicado: 30 de septiembre de 2012
En este pueblo no hay ladrones
Dámaso regresó al cuarto con los primeros gallos. Ana, su mujer, encinta de seis meses, loesperaba sentada en la cama, vestida y con zapatos. La lámpara de petróleo empezaba aextinguirse. Dámaso comprendió que su mujer no había dejado de esperarlo un segundo entoda la noche, y que aún en ese momento, viéndolo frente a ella, continuaba esperando. Le hizoun gestotranquilizador que ella no respondió. Fijó los ojos asustados en el bulto de tela roja queél llevaba en la mano, apretó los labios y se puso a temblar. Dámaso la asió por el corpiño conuna violencia silenciosa. Exhalaba un tufo agrio. Ana se dejó levantar casi en vilo. Luego descargó todo el peso del cuerpo hacia adelante,llorando contra la franela a rayas coloradas de su marido, y lo tuvo abrazadopor los riñoneshasta cuando logró dominar la crisis.²Me dormí sentada ²dijo², de pronto abrieron la puerta y te empujaron dentro del cuarto,bañado en sangre.Dámaso la separó sin decir nada. La volvió a sentar en la cama. Después le puso el envoltorioen el regazo y salió a orinar al patio. Entonces ella soltó los nudos y vio: eran tres bolas debillar, dos blancas y una roja, sin brillo, estropeadaspor los golpes.Cuando volvió al cuarto, Dámaso la encontró en una contemplación intrigada.²¿Y esto para qué sirve? ²preguntó Ana.Él se encogió de hombros.²Para jugar billar.Volvió a hacer los nudos y guardó el envoltorio con la ganzúa improvisada, la linterna de pilas yel cuchillo, en el fondo del baúl. Ana se acostó de cara a la pared sin quitarse la ropa. Dámasose quitó sólo los pantalones.Estirado en la cama, fumando en la oscuridad, trató de identificar algún rastro de su aventura en los susurros dispersos de la madrugada, hasta que se diocuenta de que su mujer estaba despierta.²¿En qué piensas?²En nada ²dijo ella.La voz, de ordinario matizada de registros baritonales, parecía más densa por el rencor.Dámaso dio una última chupada al cigarrillo y aplastó la colilla en el piso detierra.
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²No había nada más ²suspiró². Estuve adentro como una hora.²Han debido pegarte un tiro ²dijo ella.Dámaso se estremeció. ²Maldita sea ²dijo, golpeando con los nudillos el marco de madera dela cama. Buscó a tientas, en el suelo, los cigarrillos y los fósforos.²Tienes entrañas de burro ²dijo Ana². Has debido tener en cuenta que yo estaba aquí sinpoder dormir, creyendo que te traían muertocada vez que había un ruido en la calle. ²Yagregó con un suspiro²: Y todo eso para salir con tres bolas de billar.²En la gaveta no había sino veinticinco centavos.²Entonces no has debido traer nada.²El problema era entrar ²dijo Dámaso². No podía venirme con las manos vacías.²Hubieras cogido cualquier otra cosa.²No había nada más ²dijo Dámaso.²En ninguna parte hay tantas cosas como en el salón debillar.²Así parece ²dijo Dámaso². Pero después, cuando uno está allá adentro, se pone a mirar las cosas y a registrar por todos lados y se da cuenta de que no hay nada que sirva.Ella hizo un largo silencio. Dámaso la imaginó con los ojos abiertos, tratando de encontrar algúnobjeto de valor en la oscuridad de la memoria.²Tal vez ²dijo.Dámaso volvió a fumar. El alcohol lo abandonaba en ondasconcéntricas y él asumía de nuevoel peso, el volumen y la responsabilidad de su cuerpo.²Había un gato allá adentro ²dijo². Un enorme gato blanco. Ana se volteó, apoyó el vientre abultado contra el vientre de su marido, y le metió la piernaentre las rodillas. Olía a cebolla.²¿Estabas muy asustado?²¿Yo?²Tú ²dijo Ana². Dicen que los hombres también se asustan.Él la sintió sonreír, y sonrió.²Un poco ²dijo². Nopodía aguantar las ganas de orinar.Se dejó besar sin corresponder. Luego, consciente de los riesgos pero sin arrepentimiento,como evocando los recuerdos de un viaje, le contó los pormenores de su aventura.Ella habló después de un largo silencio.²Fue una locura.²Todo es cuestión de empezar ²dijo Dámaso, cerrando los ojos². Además, para ser laprimera vez la cosa no salió tan mal.El sol calentó...
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