ENIGMA DEL SANTUARIO

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LOS PENSAMIENTOS DE APO

Muero de miedo. Tengo que hacerme el valiente, pero se nota que estoy temblando. No hay
salida. ¡Tenía que ser yo el primero en saltar al inframundo! Esto suena a mala suerte.
Seguramente voy a morir. Somos siete los amigos, pero solo ella me mira fijamente, se
truena los dedos, se come las pocas uñas que le quedan en sus manos lindas. Parecen dos
palomasmorenas. ¿Será que está sufriendo por mí? Aunque luego le toca saltar de segunda.
El tiro es al vacío. A la nada. A lo desconocido. Y yo, que siempre tuve pavor a las alturas;
jamás me tiré del trampolín más alto del balneario, buscaba pretextos, aunque ella estuviera
presente. Ahora estoy aquí, al borde del precipicio.
Me viene a la mente cuando Equis, nuestro guía, lo dijo. Antes de entrar endesmayo y
elevarse hasta la copa de los árboles para luego desaparecer en medio de sus sueños. Los
siete nos quedamos sin palabras. Sí, uno a uno lo vimos; escuchamos sus últimas
instrucciones para salvar al pueblo del letargo. Nos eligió porque somos los únicos que
quedamos con memoria. Por haber estado fuera de la comunidad el día del asalto. Al menos
eso dijo, aunque ninguno quedó muyconvencido.
¿Casualidad? Él dice que la casualidad no existe. Que nada ocurre por coincidencia. Con el
tiempo, los siete hemos descubierto que tenemos inusuales cosas en común: nacimos en
solsticio, odiamos las pitahayas, somos los únicos zurdos del pueblo, padecemos de
insomnio en luna llena, podemos ver fijamente al sol y llevamos un lunar con forma de
estrella en la pantorrilla. Pero no quieropensar en eso ahora. Me confunde. Solo tengo que
amarrar mis ideas. Recordar cada detalle, repasar lo ocurrido porque de eso depende
nuestro destino. Cuando volvimos del campamento, todos estaban sumidos en un
estancamiento letal. Ahora duermen sin despertar, parecen muertos: niños, perros, abuelos,
mujeres, maestros, conejos, plantas, ríos, arañas.
En mi tierra está prohibido dar un paso másallá del volcán plateado. Nadie puede rebasar
sus faldas luminosas. Hoy, a la orilla de este abismo que me devora, entiendo la razón.
Equis nos advirtió, en repetidas ocasiones, que ahí está el pueblo más oscuro y triste que
haya habitado el planeta. Sus desdichados habitantes, los Gufar, perdieron la esperanza hace mucho tiempo. No tienen ilusión, no conocen la fantasía, ya no saben creer. Alaparecer
la luz del día, caen dormidos. Y cuando la noche arrasa con su aliento oscuro, despiertan
para vivir el infortunio. No siempre fue así. Pero Equis dice que ahora hay mucho frío ahí,
que su agua es gris, que su aire es turbio, aunque quede del otro lado del volcán. Tan cerca
de nosotros. Dice que en ese lugar hay un jardín cundido de flores negras; que es nuestro
absurdo, nuestroopuesto, nuestro contrario. Ya no conservan símbolos ni memoria.
Vendieron sus santuarios y sus templos. Al parecer, sustituyeron con máquinas su corazón.

Los Gufar perdieron el rumbo, la avaricia envenenó sus almas y se llenaron con odio.
Desarrollaron pensamientos poderosos, pero se contaminaron a sí mismos. Su
conocimiento los hizo cínicos e inhumanos. Pensaron demasiado y dejaron de sentir.Ahora, los Gufar, más que personas, son sombras que se alimentan de la esperanza de otros
pueblos, porque gastaron la suya. Urgen de símbolos que les recuerden el valor del corazón.
Necesitan humanidad porque están a punto de convertirse en nada. A punto de desaparecer.
—Díganme, muchachos, ¿qué es una persona sin la capacidad de creer, de sorprenderse y
de imaginar?, pues ¡infeliz! —dijoEquis, en una tarde solariega, mientras conversábamos
bajo la paz de su espíritu quieto.
Las sombras saben que debajo de esta tierra, más que oro hay esperanza, y que en nuestro
santuario se conservan los símbolos que la representan. Una espina dorada, un trozo de
espejismo, un pelo de pata de mantis gigante, un colmillo de viuda negra. Por eso, a nuestra
tierra le llaman «El Encanto».
Los...