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CUATRO CORAZONES
CON FRENO Y MARCHA ATRÁS
Farsa en tres actos, estrenada en el teatro Infanta Isabel, de Madrid,
el día 2 de mayo de 1936
CIRCUNSTANCIAS EN QUE SE IMAGINÓ, SE ESCRIBIÓ Y SE ESTRENO
CUATRO CORAZONES CON FRENO Y MARCHA ATRÁS
El mes de octubre de 1934, que coincidió con mi segundo viaje a Estados Unidos, me
sorprendió en California, descansandounos días de las incongruencias de Hollywood,
sobre la arena soleada de Long Beach, en el Pacífico. Pero no estaba yo solo. Los
españoles procedentes de Los Angeles, de Hollywood y de San Francisco, allí reunidos,
éramos siete: dos actores, una actriz, un militar y tres escritores.
Los escritores: Martínez Sierra, López Rubio y yo; los actores, Pepe Crespo y Julito
Peña; la actriz, CatalinaBárcena, y el militar, el capitán Martín, sevillano trasplantado a
San Francisco de California. Y de regreso a Hollywood, concluido el descanso, se
deslizaba el coche en que todos viajábamos por el asfalto interminable, encharcado con
las anillas policromas de los anuncios luminosos, descubriendo en el horizonte los doce
millones de luces de Pasadena, de Glendale, de Santa Mónica, de Compton,de Malibú y
el faro de City Hall, de Los Angeles, deslumbrante a veinticinco kilómetros de
distancia, cuando, rompiendo de pronto el silencio, Martínez Sierra, que ocupaba con la
Bárcena los asientos de atrás, y del que, hasta el momento, sólo había dado razones de
existencia la lumbre reavivada del cigarrillo, murmuró, como si continuara en voz alta
un razonamiento interior:
—Porque ustedahora no tendrá ánimos para coger la pluma...
Me volví a medias, intrigado.
—¿Por qué dice usted eso?
—Me ha pedido dos comedias un producer de Nueva York. Quiere una comedia
dramática y otra cómica; las dos, violentas: ya sabe usted lo que es el público de
Estados Unidos. Yo tengo pensada la obra dramática y no tardaré en realizarla; pero la
obra cómica no la sé hacer. Y había pensado quesi a usted le interesara estrenar en
Nueva York, usted podía escribir esa obra, yo la otra, y firmar ambas los dos.
— ¡Muy bien! ¡Me interesa! Ya lo creo...
—Pues no hay más que poner manos al trabajo. Piénsese usted una comedia
exasperadamente cómica, con muchos incidentes y sorpresas. Y no le digo que sea muy
original ni le advierto que el conflicto tenga universalidad, porque esas doscondiciones
son características precisamente de sus escritos. ¿Qué le parece a usted?
—Admirable. En cuanto pueda, me pongo a escribir.
Y ya no volvimos a hablar más de ello en mucho tiempo, hasta que, a primeros de enero
de 1935, la Bárcena y Martínez Sierra emprendieron el regreso a España. Fuimos a
despedirlos a la estación, y él me recordó lo hablado tres meses antes.
—¿No olvidaráusted la comedia cómica de Nueva York?
—No. ¿Qué he de olvidar? Si a mí me interesa más que a usted...
—Haga una sinopsis de veinte páginas cuando tenga bien pensado y resuelto el asunto,
y me la manda. Pero que sea una cosa muy cómica...
—Sí, sí.
—Muy sugestiva y con muchos incidentes. Y muy violenta...
—Que sí, que sí...
El tren se desperezaba ya y se alejó, llevándose a los viajeroscamino de Boston y de
Nueva Orleáns.
Los que nos quedábamos volvimos a Hollywood, y, para desprestigiar el adagio de que
las despedidas son tristes, nos fuimos a comer al "Live's" de Vine Street, donde servían
entonces un buffet-lunch que tiraba de espaldas.
Cumpliendo lo ofrecido, en marzo de aquel mismo año—ya en Madrid, después del
estreno de Un adulterio decente—empecé a pensar seriamentela obra para Nueva York.
Entre los cuatro o cinco temas que brujuleaban en mi interior, pugnando por convertirse
en algo "tangible", había uno cuya singularidad lo hacía descollar sobre todos, y que se
había resistido siempre, tenaz, a la realización. Pero lo que en varios años del principio
de mi carrera literaria no había podido ni sabido resolver, lo resolví ahora, en 1935, en
plena...
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