La revolución formal en la narrativa de ficción de principios del siglo xx, fuertemente influida por Freud y las vanguardias artísticas, nos legó una doble herencia: por un lado, dotóa la ficción de un nivel de osadía, sofisticación y sutileza nunca antes visto; por otro, legitimó una imprecisa y engañosa dicotomía que aún perdura: la del lector avezado, dotado de unaenorme cultura, capaz de desentrañar los retos intelectuales más arduos, opuesto al lector común, indiferente a lo formal, interesado sobre todo en pasar un buen rato leyendo. Es verdad queexisten narraciones ficticias maestras, indagadoras de lo humano, de una complejidad tal que nunca estará al alcance del gran público, así como cuentos y novelas tramados con gran astucia,pletóricos de tensión y suspenso, cuyo único fin es divertir. Sin embargo, la escisión mencionada, impensable en el siglo xix, cuando la gran literatura era accesible a un amplio auditorio,se presta a confusión: puede predisponernos a favor de cualquier ficción con cierto tufillo intelectual y en contra de todo relato entretenido. No es inteligente reducir la literatura a dospolos divorciados. En medio están las obras de aquellos autores con una doble preocupación: divertir y explorar los recovecos del ser. En esta categoría se inscriben los libros de EnriqueSerna (Ciudad de México, 1959).
Compuesta por siete novelas, dos libros de cuentos y dos recopilaciones de ensayos y notas periodísticas, la obra de Serna es una de las más solidasdel panorama literario mexicano de las últimas décadas. Su excelente recepción crítica, la buena respuesta de los lectores y los premios que ha merecido la avalan. Se trata de un conjuntoheterogéneo que no rehúye su deber de retener al lector con los ardides de las historias memorables sin sacrificar por ello agudeza ni profundidad; la obra de un autor que no tiene prisa...
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