Enrrique gil gilberto

Páginas: 15 (3734 palabras) Publicado: 26 de agosto de 2012
DE LA CUEVA DEL SALAMANCA

Salen Pancracio, Leonarda y Cristina.


Pancracio Enjugad, señora, esas lágrimas, y poned pausa a vuestros suspiros, considerando que cuatro días de ausencia no son siglos. Yo volveré, a lo más largo, a los cinco, si Dios no me quita la vida; aunque será mejor, por no turbar la vuestra, romper mi palabra, y dejar esta jornada; que sin mi presencia se podrá casarmi hermana.
Leonarda No quiero yo, mi Pancracio y mi señor, que por respeto mío vos parezcáis descortés; id en hora buena, y cumplid con vuestras obligaciones, pues las que os llevan son precisas; que yo me apretaré con mi llaga y pasaré mi soledad lo menos mal que pudiere. Sólo os encargo la vuelta, y que no paséis del término que habéis puesto.
Tenme, Cristina, que se me aprieta el corazón.Desmáyase Leonarda.


Cristina ¡Oh, que bien hayan las bodas y las fiestas! En verdad, señor, que, si yo fuera que vuesa merced, que nunca allá fuera.
Pancracio Entra, hija, por un vidro de agua para echársela en el rostro. Mas espera; diréle unas palabras que sé al oído, que tienen virtud para hacer volver de los desmayos.


Dícele las palabras; vuelve Leonarda diciendo:Leonarda Basta: ello ha de ser forzoso; no hay sino tener paciencia, bien mío; cuanto más os detuviéredes, más dilatáis mi contento. Vuestro compadre Loniso os debe de aguardar ya en el coche. Andad don Dios; que Él os vuelva tan presto y tan bueno como yo deseo.
Pancracio Mi ángel, si gustas que me quede, no me moveré de aquí más que una estatua.
Leonarda No, no, descanso mío; que mi gustoestá en el vuestro; y, por agora, más que os vais que no os quedéis, pues es vuestra honra la mía.
Cristina ¡Oh, espejo del matrimonio! A fe que si todas las casadas quisiesen tanto a sus maridos como mi señora Leonarda quiere al suyo, que otro gallo les cantase.
Leonarda Entra, Cristinica, y saca mi manto, que quiero acompañar a tu señor hasta dejarle en el coche.
Pancracio No, por mi amor;abrazadme y quedaos, por vida mía.
Cristinica, ten cuenta de regalar a tu señora, que yo te mando un calzado cuando vuelva, como tú le quisieres.
Cristina Vaya, señor, y no lleve pena de mi señora, porque la pienso persuadir de manera a que nos holgu[e]mos, que no imagine en la falta que vuesa merced le ha de hacer.
Leonarda ¿Holgar yo? ¡Qué bien estás en la cuenta, niña! Porque, ausente de migusto, no se hicieron los placeres ni las glorias para mí; penas y dolores, sí.
Pancracio Ya no lo puedo sufrir. Quedad en paz, lumbre destos ojos, los cuales no verán cosa que les dé placer hasta volveros a ver.


Éntrase Pancracio.


Leonarda ¡Allá darás, rayo, en casa de Ana Díaz. Vayas, y no vuelvas; la ida del humo. Por Dios, que esta vez no os han de valer vuestras valentías nivuestro recatos!
Cristina Mil veces temí que con tus estremos habías de estorbar su partida y nuestros contentos.
Leonarda ¿Si vendrán esta noche los que esperamos?
Cristina ¿Pues no? Ya los tengo avisados, y ellos están tan en ello, que esta tarde enviaron con la lavandera, nuestra secre-taria, como que eran paños, una canasta de colar, llena de mil regalos y de cosas de comer, que no parece sino[u]no de los serones que da el rey el Jueves Santo a sus pobres; sino que la canasta es de Pascua, porque hay en ella empanadas, fiambreras, manjar blanco, y dos capones que aún no están acabados de pelar, y todo género de fruta de la que hay ahora; y, sobre todo, una bota de hasta una arroba de vino, de lo de una oreja, que huele que traciende.
Leonarda Es muy cumplido, y lo fue siempre, miRiponce, sacristán de las telas de mis entrañas.
Cristina Pues, ¿qué le falta a mi maese Nicolás, barbero de mis hígados y navaja de mis pesadumbres, que así me las rapa y quita cuando le veo, como si nunca las hubiera tenido?
leonarda ¿Pusiste la canasta en cobro?
Cristina En la cocina la tengo, cubierta con un cernadero, por el disimulo.


Llama a la puerta el estudiante Carraolano, y, en...
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