Ensayo de los sonidos

Secretos de la rutina

Miércoles, doce menos cuarto de la mañana. Los minutos parecen eternos y miro el reloj como si pudiese oír el tic-tac del segundero del ordenador. Por fin, el ansiado timbre de la campana. Ese sonido que podría parecer desagradable, es lo más parecido a la idea de libertad que podemos tener los estudiantes.
Recogemos las cosas con el rutinario ajetreo; sonido de sillasplegándose, zapatos que se dirigen con fuertes pisadas hacia la puerta y las conversaciones entre amigos que parecen llenar todo el espacio de los pasillos.
Salgo de la universidad, y como cada día, me dirijo a la boca de metro con Lorena, mi compañera de clase y confidente cuando tengo un mal día. No hay vez que subamos la calle hacia el metro sin contarnos alguna tontería; el sonido de su risaes único, además de que nadie en diez metros a la redonda lo dejaría pasar inadvertido. Es una risa muy contagiosa.
Al llegar al metro, mientras esperamos en el andén, repasamos las cosas que hay que hacer al día siguiente de deberes. Después de 3 min llega el metro con su estruendoso ruido característico, grave y vibrante, como si indicase que se acerca algo peligroso.
Pasadas un par deestaciones, me despido de Lorena y bajo del vagón en Nuevos Ministerios. Ahora comienza mi rutinario viaje en solitario. Recorro la estación pasando por un largo pasillo ambientado con la guitarra y voz rota de un hombre, que desde una esquina consigue que resuene Knocking on Heaven's door en todo el pasillo. Aun así, a medida que avanzo, el sonido de los tacones de una mujer vestida de traje, lasruedas de las maletas de dos jóvenes que hablan entre risas, y el murmullo general propio de los intercambiadores de metro, consiguen que la voz grave y quebrada del hombre cada vez parezca más tenue hasta que dejo de oír la canción.
Llego a la taquilla de cercanías, rebusco en el bolso el abono, me pone un poco nerviosa el sonido de todas las tonterías y cosas de maquillaje que llevo en el bolsochocándose entre sí, parece que se empeñan en que no encuentre a la primera lo que busco.
Cuando consigo picar el abono, oigo desde los altavoces el aviso del tren: "Alcalá de Henares, vía 2". Tengo menos de un minuto para cruzar dos andenes y llegar al tren. En realidad no tengo prisa, pero estoy deseando llegar y el ritmo ajetreado de la gente, corriendo de un lado para otro, me empuja de manerainevitable a ir deprisa hacia la vía 2.
Bajo corriendo las escaleras mecánicas, haciendo inevitablemente ruido con los zapatos.
Consigo llegar a tiempo y detrás de mí se cierran las puertas con un molesto pitido intermitente, demasiado agudo y demasiado fuerte.
Mientras recupero el aliento busco un asiento junto a la ventana. El tren está silencioso, solo hay otras dos personas en el vagón. Unhombre que lee un libro y una mujer ensimismada mirándose al pequeño espejo que llevaba en el bolso. Al llegar a Atocha, entra tanta gente que parece una avalancha. El agobio por subir primero y conseguir asiento provoca ajetreo e incluso algunos empujones. No todo el mundo ha conseguido sentarse, y el ruido que hay ahora en el tren es muy distinto. Se mezclan unas conversaciones con otras, ungrupo de estudiantes predomina sobre el resto de voces porque varios chicos comentan el alto el plan del fin de semana. Se han sentado a mi lado dos niños de unos 13 años que hablan sobre Pokémon. Me sorprende mucho porque pensaba que ya nadie seguía jugando a eso. En la parada siguiente, Entrevías, baja mucha gente y el tren parece un poco más calmado. La siguiente es El pozo, no puedo evitarrecordar el 11M cada día al pasar por aquí, y pensar que un tren, como en el que voy sentada, pudo marcar de esa manera la historia de tanta gente. Por los altavoces, una voz femenina, informa de que la huelga de Renfe se prolonga hasta navidad, con paros en horas punta los lunes y viernes. Ojalá no hubiese oído eso...
Llegamos a Vallecas y el tren se vacía aún más. Sube una mujer mulata con un bebé...