Ensayo de un mundo feliz
particularmente neumática; esto sí lo recuerdo. Bueno, fuimos allá,vimos a los salvajes,
paseamos a caballo, etc. Y después, casi el último día de mi permiso.... después.... bueno,
la chica se perdió. Habíamos ido acaballo a una de aquellas asquerosas montañas, con
un calor horrible y opresivo, y después de comer fuimos a dormir una siesta. Al menos
yo lo hice.Ella debió de salir de paseo sola. En todo caso, cuando me desperté la chica
no estaba. Y en aquel momento estallaba una tormenta encima de nosotros, lamás fuerte
que he visto en mi vida. Llovía a cántaros, tronaba y relampagueaba; los caballos se
soltaron y huyeron al galope; al intentar atraparlos,caí y me herí en la rodilla, de modo
que apenas podía andar. Sin embargo, empecé a buscar a la chica, llamándola a gritos
una y otra vez. Ni rastro deella. Después pensé que debía haberse marchado sola al
refugio. Así, pues, me arrastré como pude por el valle, siguiendo el mismo camino por
dondehabíamos venido. La rodilla me dolía horriblemente, y había perdido mis raciones
de soma.Tuve que andar horas. No llegué al refugio hasta pasada lamedianoche. Y la
chica no estaba; no estaba —repitió el director. Siguió un silencio—. Bueno
—prosiguió, al fin—, al día siguiente se organizó unabúsqueda. Pero no la
encontramo s. Debió de haber caído por algún precipicio; o acaso la devoraría algún león
de las montañas. Sábelo Ford. Fue algo h
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