Ensayo Narrativo
Aquel sábado era un sábado cualquiera para dos kayakeros que se lanzaban a la aventura todos los fines de semana con un grupo de amigos, deseosos por descubrir losencantos que nuestra majestuosa Isla tiene que ofrecer. El día prometía ser uno lleno de acción y aventura. Durante la tarde, exploraríamos la bahía de Mar Blanco hasta llegar a la playa de Cayo Pájaros,a dos millas de la costa del pueblo de Salinas, Puerto Rico. Durante la noche, nos perderíamos en la inmensa oscuridad de Mar Negro para ser guiados por los microorganismos que iluminan su bahíabioluminiscente al remar. Separados de ambos mares por la humilde comunidad pesquera Las Mareas, mi esposa Auranyd y yo zarpamos desde allí con una flota de seis kayaks, a eso de las dos de la tarde.Protegida por los manglares, la bahía de Mar Blanco se encontraba en completa calma. El mar cedía sin poner resistencia alguna al paso de nuestros kayaks, diseñados para vencer el reto que el marquisiera lanzarnos. Ni tan siquiera el viento soplaba. Sólo una leve y bien recibida brisa lograba colarse entre la exuberante vegetación, para refrescarnos en aquella calurosa tarde. Nada nosprepararía para lo que encontraríamos al salir de la bahía y del brazo protector de los manglares. Los manglares escondían un mar embravecido, furioso por haber sido despertado por el viento. El mar rompíacontra la proa de nuestras embarcaciones, salpicándonos con cada splish-splash de las olas. Aun así, nos aventuramos a continuar la travesía hacia el Cayo, pues ni el viento, ni el mar, ni lacorriente, ni la naturaleza, ni Dios, ni NADIE, impediría que llegáramos a nuestro objetivo. Treinta minutos en el vaivén, llegamos. ¡Triunfamos! Vencimos a TODOS y disfrutamos de la incomparablebelleza que el Cayo Pájaros nos tenía como obligación que ofrecer. Varias horas después, partimos.
El dulce sabor de la victoria se tornó amargo, cuando de regreso, el kayak en que Auranyd y yo...
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