Ensayo sobre la ceguera

Ensayo sobre la ceguera – José Saramago (Pag. 314)
Los perros se fueron quedando atrás, algo los distrajo por el camino, o quizás están muy acostumbradosal barrio y no quieren dejarlo. Sólo el perro que había bebido las lagrimas acompaño a quien las lloraba. Probablemente este encuentro de la mujer y el plano,tan bien dispuesto por el destino, incluía también al perro.
Lo cierto es que entraron juntos a la tienda. Al perro de las lagrimas no le sorprendió ver atodas aquellas personas tendidas en el suelo, estaba habituado a que lo dejaran dormir entre ellas, y cuando era la hora de levantarse casi siempre estabanvivas.
* Despertad si estáis durmiendo, traigo comida – dijo la mujer del médico luego de cerrar la puerta en caso de que alguien pasara por la puertay escuchara.

El niño estrabico fue el primero en levantar la cabeza. Solo eso podía hacer, la debilidad no le dejaba moverse. Los otros tardaron un pocomas, estaban soñando que eran piedras. Nadie ignora lo profundo que es el sueño de las piedras, un simple paseo por el campo lo demuestra. Allí están,durmiendo medio enterradas, esperando no se sabe que despertar. Tiene, no obstante, la palabra comida poderes mágicos, mayormente cuando aprieta el apetito.Hasta el perro de las lágrimas, que no conoce el lenguaje, empezó a mover el rabo. El instintivo movimiento le hizo recordar que aun no había hecho aquello a queestán obligados los perros mojados: Se agito con violencia, salpicando todo a su alrededor. Para ellos es fácil, llevan la piel como quien lleva un abrigo.