Ensayo Sobre La Extradición En Colombia
La extradición fue a los narcotraficantes lo que el Malleus Maleficarum (El Martillo de las Brujas) fue en su época a las mujeres. Y digo fue porque, a pesar de estar aun vigente, activo y funcionando, ya no produce el terror de antaño en los capos de este país, ese mismo que llevó a los cabecillas del antiguo cartel de Cali, una vez capturados y extraditados, a enviar desde las cárceles gringas un mensaje claro a sus cómplices aun en libertad: “Háganse matar si es necesario, pero no se dejen capturar. Si los matan, quien sabe a dónde irán, pero si los capturan, es seguro que los traen a hacernos compañía acá en el infierno”. El pánico a la extradición estaba muy bien justificado si se toma en cuenta que nuestro sistema judicial es una completa burla a la justicia al lado del Norteamericano. La Constitución y el Sistema Penal están llenos de garantías e indulgencias que permiten que un estado con niveles tan altos de corrupción y violencia como este le asegure un mínimo de derechos a sus ciudadanos, pero que al mismo tiempo producen una serie de injusticias inaceptables en un país democrático. Las mismas leyes y procedimientos que protegen al pueblo de la opresión que realiza el sistema contra todos aquellos que se interponen entre la minoría gobernante y sus intereses particulares, son los culpables de la nauseabunda impunidad e injusticia a la que está sometida esta sociedad. Ejemplos claros de la vergüenza internacional que representan las leyes colombianas son los casos de Víctor Alfonso García y Luis Alfredo Garavito. El primero corresponde al mensajero bogotano que fue condenado a 4 años de prisión por haber “abusado sexualmente” de Diana Marcela Díaz, una joven Administradora de Empresas.
1 La historia de este particular caso comenzó el 10 de julio del 2005, en una calle del norte de Bogotá. Ese día, el mensajero Víctor Alfonso García se desplazaba en su bicicleta rumbo a una diligencia del trabajo cuando vio a la administradora de empresas Diana Marcela Díaz. Por su puesto, García no conocía a la mujer y, sin mediar palabra alguna, se le acercó y le tocó los glúteos. Tras cometer la injuria contra la mujer, García huyó, pero varios testigos del hecho se solidarizaron por los gritos de la víctima y alertaron a las autoridades. Cerca del lugar se encontraban dos policías, quienes emprendieron la persecución del mensajero, al que finalmente alcanzaron. Tras la captura, la mujer ofendida denunció a García por abuso sexual y, aunque un juez lo absolvió inicialmente, el Tribunal Superior de Bogotá lo condenó a cuatro años.
El caso generó una controversia sin igual… ¿condenado a 4 años por tocar un trasero? Aunque los medios argumentaron que “la opinión pública estaba dividida”, lo cierto es que la opinión de géneros estaba dividida. Para los hombres era una cuestión infantil lo ocurrido, y era más que injusto el hecho de sufrir semejante castigo por una indiscreción tan pasajera; para las damas, este tipo de leyes les aseguraba una vida tranquila; argumentaron que eran herramientas que disuadían a los atrevidos e indiscretos hombres de propasarse e irrespetarlas. Finalmente, los hombres se vieron en la obligación de reconocer que ellas tenían razón en todo: Leyes como esas estaban diseñadas para protegerlas. El curioso caso terminó el 30 de octubre de 2006 cuando la Corte Suprema de Justicia anuló el proceso judicial por abuso sexual contra García, quien se encontraba desde hacía más de un año bajo arresto domiciliario. Se abrió contra el cristiano otro expediente por el delito de “injuria por vía de hecho”. El caso ...
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