ensayo
Desde las virreynas dilapidadoras, que se arreglaban como piñatas en medio de la naciente Ciudad deMéxico, pasando por las tranquilas mujeres del siglo XIX que vivían “en la dulce penumbra del hogar”, que, con la gran turbulencia política que vivió el país durante la época de la consumación, podíanbien un día dormir siendo señoras comunes y corrientes y al despertar, verse convertidas en primeras damas, el retrato las abarca a todas. Se hace una amplia reseña sobre dos mujeres cuyos maridosgobernaron a la vez: Margarita Maza de Juárez y la Emperatriz Carlota Amalia de Bélgica, cuyas vidas, vistas desde un punto objetivo y sin el adorno de la estoicicidad de Juárez o la suntuosidad deMaximiliano, resultan desde cierto punto, paralelas.
Hubo primeras damas conformes con su puesto. Las hubo indiferentes. E incluso existieron las que ni en sus sueños más descabellados vieron laposibilidad de que sus maridos se ciñeran la banda presidencial.
Con el amplio retrato hecho a Carmelita Díaz, la joven esposa de Porfirio Díaz que, de casarse con él siendo un soldado inculto y maleducado,lo transformó con sus artes de esposa acomodada en un caballero que podía ir sin ningún problema a cualquier embajada y no sentirse fuera de lugar, se cierra el ciclo de las esposas y primeras damashogareñas para dar paso a la sección de “La digna esposa del caudillo”, empezando por Sara Pérez, la devota y fiel esposa de Francisco I. Madero.
Sara y Francisco, según el libro, compartieronviscicitudes, alegrías, el fugaz poder y la estrepitosa caída. Todo lo que ella pudo conservar, además de la memoria del apóstol caído, fue su ropa ensangrentada; lo mismo que tantas mujeres antes y...
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