ensayo

Páginas: 84 (20829 palabras) Publicado: 12 de marzo de 2014





La metamorfosis
[Cuento largo. Texto completo.]
Franz Kafka
I
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana despuésde un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertidoen un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en formade caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientreabombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobrecuyaprotuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya deresbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñasen comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadasante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó.
No era un sueño. Su habitación, una auténtica habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro paredes harto conocidas. Por encima dela mesa, sobre la que se encontraba extendido un muestrario de paños desempaquetados -Samsaera viajante de comercio-, estaba colgado aquel cuadro que hacíapoco había recortado de una revista y había colocado en unbonito marco dorado. Representaba a una dama ataviada con un sombrero yuna boa de piel, que estaba allí, sentada muy erguida y levantabahacia el observador un pesado manguito de piel, enel cual habíadesaparecido su antebrazo.
La mirada de Gregorio se dirigió después hacia la ventana,y el tiempo lluvioso -se oían caer gotas de lluvia sobre la chapadel alféizar de la ventana- lo ponía muy melancólico.
«¿Qué pasaría -pensó- si durmieseun poco más y olvidase todas las chifladuras?»
Pero esto era algo absolutamente imposible, porque estaba acostumbradoa dormir del lado derecho,pero en su estado actual no podía ponersede ese lado. Aunque se lanzase con mucha fuerza hacia el lado derecho,una y otra vez se volvía a balancear sobre la espalda. Lo intentócien veces, cerraba los ojos para no tener que ver las patas que pataleaban,y sólo cejaba en su empeño cuando comenzaba a notar en el costado un dolor leve y sordo que antes nunca había sentido.
«¡Dios mío! -pensó-. ¡Quéprofesión tan dura he elegido! Un día sí y otro también de viaje. Los esfuerzos profesionales son mucho mayores que en el mismo almacén de la ciudad, y además se me ha endosado este ajetreo de viajar, el estar al tanto de los empalmes de tren, la comida mala y a deshora, una relación humana constantemente cambiante, nunca duradera, que jamás llega a ser cordial. ¡Que se vaya todo al diablo!»
Sintiósobre el vientre un leve picor, con la espalda se deslizó lentamente más cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontró con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos pequeños puntos blancos, que no sabía a qué se debían, y quiso palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retiró, porque el roce le producía escalofríos.
Se deslizó denuevo a su posición inicial.
«Esto de levantarse pronto -pensó- hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros viajantes viven como pachás. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la mañana vuelvo a la pensión para pasar a limpio los pedidos que he conseguido, estos señores todavía están sentados tomando el desayuno. Eso podría intentar yo con mi jefe, pero en ese momento iría a parar a lacalle. Quién sabe, por lo demás, si no sería lo mejor para mí. Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habría despedido hace tiempo, me habría presentado ante el jefe y le habría dicho mi opinión con toda mi alma. ¡Se habría caído de la mesa! Sí que es una extraña costumbre la de sentarse sobre la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, además, por culpa de lasordera del jefe, tiene que acercarse mucho. Bueno, la esperanza todavía no está perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con él -puedo tardar todavía entre cinco y seis años- lo hago con toda seguridad. Entonces habrá llegado el gran momento; ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el tren sale a las cinco», y miró hacia el...
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