ensayo

Desde la revolución de Independencia, en 1810, México ha experimentado cuando menos tres movimientos juveniles importantes: el sangriento y casi olvidado de 1929, que llevaría a la conquista de la autonomía universitaria; el trágico de 1968, producto del autoritarismo presidencialista; y el actual, relacionado con el repudio a las fuerzas mediáticas.
Este último brota en nuestros días en elmomento en que el cambio hacia la modernidad se ha hecho evidente e inminente.
Entre ellos han sido innumerables y de diversa intensidad otros conflictos vinculados a la educación superior en los que nunca han faltado la ocupación discrecional de las instalaciones, la confrontación con las autoridades, la intervención nociva de pandillas, grupos discrepantes, sindicalistas, huelguistas, interesesdoctrinarios, ni el capítulo más oscuro de la vida académica, en la que se inscribe la agitada y nociva intervención de los “porros”, identificados como uno de los brazos más agresivos y menos estudiados de la abultada historia de la corrupción en México. Por numerosos o frecuentes que pudieran ser tales expresiones de presión vinculada a las aulas no deben confundirse con los movimientos de masasque han sacudido en las calles desde la actitud de las generaciones involucradas hasta la confrontación con la estructura del Estado.
Con este criterio, deslindamos la importancia nacional de lo ocurrido en 1929, en 1968 y en el aún impreciso aunque ya importante del 2012 del resto de sucesos localizados y de preferencia minoritarios, cuya trascendencia corresponde examinar desde otrasperspectivas sociológicas y políticas que involucran a la accidentada historia moderna de la educación superior en México.
Inseparable del reacomodo de la diarquía Obregón/Calles que llevaría al “Jefe Máximo” a institucionalizar la Revolución y a crear las bases políticas, institucionales y económicas de la posrevolución, el estallido juvenil de 1929 mal podría comprenderse sin seguir las huellas de lalucha electoral de José Vasconcelos.
A este episodio de excepción en los embates por la democracia, de donde vino a resultar la vanguardista estructuración de la Universidad Nacional Autónoma de México y su correlativa aportación a la defensa de la libertad de expresión como condición primordial en la conquista de otros derechos ciudadanos, hay que agregar el sinnúmero de asesinatos y excesos depoder que, siempre al rojo, haría de aquel año sinónimo de turbulencia y autoritarismo: una cifra infaltable en la historia de México que demuestra cómo, en los momentos más álgidos e involucrados en procesos electorales, destaca la importancia de la figura universitaria.
El joven instruido emite su voz en “las horas pico” de las transformaciones y las jóvenes generaciones se levantan como una fuerzacrítica y discrepante justo en los momentos en que el Estado debe madurar y modificar su rumbo.
Si el estudiantil del 68 fue un estallido de repulsa a la sociedad cerrada y tribal que se gestó a excusa de los acomodos posrevolucionarios, el que recientemente se gestó en las aulas de la Universidad Iberoamericana en torno a los comicios es inseparable del ascenso de la revolución tecnológica,protagonizada por las redes sociales: estamos ante la evidencia de lo que es capaz la comunicación inmediata a través de la web, de un Twitter, del Facebook, de un teléfono celular o del envío múltiple de cualquier mensaje escrito en unos cuantos caracteres. Ante la comunicación inmediata queda la alternativa de la subsecuente apertura de la sociedad que nada ni nadie podrá detener.
Si bien elprimer movimiento juvenil del siglo XX, en 1929, abonó el lento, accidentado y difícil camino de la democracia, el segundo, en 1968, significó el primer llamado de atención, inclusive demográfico, sobre la falta de prevención y libertades de un Estado maltrecho. El tercero y actual, en cambio y a pesar de que aún no defina su curso ni su verdadera intensidad, representa el despertar de la conciencia...