Ensayo

Páginas: 10 (2442 palabras) Publicado: 31 de agosto de 2010
LA IGLESIA, FUNDADA EN LOS ULTIMOS TIEMPOS

PRIMERA MEDITACION

Y la Palabra se hizo carne

«“Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gál 4,4-5). He aquí “la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1): Diosha visitado a su pueblo, ha cumplido las promesas hechas a Abrahán y a su descendencia; lo ha hecho más allá de toda expectativa: El ha enviado a su “Hijo amado” (Mc 1,11)» (CIC 422).
Con estas palabras comienza el Catecismo el capítulo sobre Jesucristo.
Si es verdad que «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (CONC. VAl. II, GS 22,1), ¡entonceshabrá que decir eso mismo, y mucho más, del misterio de la Iglesia! Toda la luz de la Iglesia procede de Cristo. Con esta certidumbre comienza la primera frase de la Constitución dogmática del Concilio sobre la Iglesia: Lumen gentium cum sit Christus..., «Cristo es la luz de los pueblos. Por eso este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombrescon la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el Evangelio a todas las criaturas (cf. Mc 16,15)» (Conc. VAT. II, LG 1).
Cristo es el centro; El es el sol de justicia; la Iglesia tiene únicamente la luz de Cristo, al igual que la luna sólo puede reflejar la luz del sol, según una comparación usada frecuentemente por los Padres (cf. H. RAHNER, MysteriumLunae, en In., Symbole der Kirche [Salzburgo 19641, 91-173). Tal es la situación de la Iglesia en el tiempo de su peregrinación, durante el cual ella ansia permanere cum Sole (Sal 71,5 según la interpretación de San Agustín), permanecer junto a Cristo, que es el sol, y olvidar-se de todas las fatigas de la peregrinación.
Si consideramos la situación actual de la Iglesia, nos preguntamos —llenosde preocupación— si la primera frase de la Lumen gentium se ha realizado de veras suficientemente. ¿A la Iglesia se la contempla de veras suficientemente a partir de Cristo y se la ve orientada hacia El? ¿Se la contempla en su ser en El? ¿No se habla demasiado acerca de la Iglesia? ¿La Iglesia no se ha ocupado demasiado de sí misma? El cardenal Ratzinger formuló ya este diagnóstico en el Sínodoextraordinario de 1985 (Synode extraordinaire. Célébration du Vatican II [Cerf, París 19861, 428-430). Cuanto más vuelva la Iglesia su rostro hacia Cristo, tanto más hará que resplandezca la luz de Cristo, y ella florecerá en su belleza.
Hay otro fenómeno que es motivo de preocupación. Llama la atención cada vez más la ausencia de Cristo en el lenguaje de la Iglesia. Hay programas enteros depastoral con planes bien definidos, modelos para la acción, directrices, sin que se mencione una sola vez el nombre de Cristo. Algunos exigen que se hable menos de Cristo y más de Dios, para que no resalten tanto las diferencias con las demás religiones monoteístas. Esta tendencia estuvo preparada por largos años de sigilosa erosión de la fe en la verdadera Divinidad de Cristo, y con ello en laverdadera encarnación del Hijo de Dios. Pero lo que la Iglesia es en su ser más intimo, eso lo recibe enteramente de Cristo. Al misterio de la Iglesia nos acercamos a través de la puerta de Navidad. Claro que sucede también lo inverso: el camino hacia el portal de Belén, hacia «el tabernáculo de Dios entre los hombres», lo encontramos Únicamente en la comunión de los que caminan en la fe: «Nadiepuede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por madre», dice San Cipriano (CIC 181).
En realidad, Cristo y la Iglesia son una sola cosa. El Catecismo cita la maravillosa, sencilla y clara respuesta de Santa Juana de Arco, a quien sus jueces-teólogos pretendían sugerir que ella era quizás fiel a Cristo, pero no fiel a la Iglesia: «De Jesucristo y de la íglesia, me parece que es todo...
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