Ensayo
Ya no había leído. Ahora las letras me piden incesantes que las pase por mis ojos antes de cerrar el libro. Despido a mi jardín con una mirada, recuesto mi cabeza lo mejorposible y continuo leyendo, dejo que las palabras se adueñen de mi cabeza. De nuevo soy Axel. Soy los ojos de Axel, aquellos que miran cosas inexplicables debajo de este suelo que piso a diario. Oigoperfectamente cuando el tío Lidenbrock marca la cifra del barómetro, ya casi llegamos a las 30 leguas debajo del suelo. Me asfixio.
—Los profesores de hoy en día no saben enseñar.—oigo sin mucho ánimocuando mis padres conversan frente a mí. —¿De qué les sirve tener maestría y doctorado si no saben manejar un grupo?
Pienso en el profesor Lidenbrock, sus alumnos se burlaban de él porque no podíapronunciar palabras difíciles, ya lo veía yo tratando de querer decir “parangaricutirimícuaro”, al profesor Lidenbrock no le interesaba mucho dar clases, prefería adentrarse al conocimiento, saber más,siempre más, pero sólo acerca de su área de estudio: la geología, la mineralogía, y cosas de ese estilo. Me siento ignorante, la última materia que llevé sobre ciencias de la tierra fue hace mucho, sellamaba… ni recuerdo el nombre, así que no comparto el mismo entusiasmo cuando Axel se esfuerza en describir las paredes del túnel que pisa.
—¡Gaby! ¿Por qué no contestas? ¿Dónde estás?—pregunta mipadre mirándome por el espejo retrovisor.
—Ando debajo del Atlántico.—respondo con una sonrisa.
—No te me vayas a ahogar, ya deja de leer en el auto, tus ojos se van a echar a perder.
Es verdad....
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