Ensayos

En casa, con mi esposa, estamos de acuerdo en que nuestros órganos y los de nuestros hijos – de servir – sean donados para salvar otras vidas.
Pero hasta tanto no salga la ley del presuntodonante, van a seguir siendo los deudos quienes deberán dar el consentimiento para las ablaciones.
Tarea difícil para quienes quedan con vida y con el dolor de la pérdida.
Es muy difícil ponerse en lapiel de quienes necesitan de un órgano donado para seguir viviendo.
Hasta tratar de imaginar a sus seres queridos, sufriendo día a día sintiendo que hay un reloj que va contando hacia atrás, y que vaa llegar al cero más rápido que los de quienes no necesitan ser transplantados es una tarea casi imposible.
El dolor es intransferible.
Nadie puede saber cuánto sufre cada uno con sus pérdidas.La alegría es compartible.
Uno puede imaginar la alegría que deben sentir los receptores y sus familiares al ver que la muerte, que estaba tan cerca, toma distancia.
No creo que los argumentos –por más ingeniosos e inteligentes que sean – modifiquen las ideas de la gente.
Se me ocurren montones de ejemplos a favor de la donación de órganos, pero creo que únicamente se dona cuando se sienteen lo más profundo, que es algo que está bien, nada más.
Hace ya mucho tiempo que tenía ganas de escribir algo respecto de los transplantes, y la noticia aparecida en el diario, donde marca comoun gran hecho el aumento de donantes (cien más que en el 2003) me motivó.
Para mí eran apenas 100 más.
Para las autoridades eran CIEN MÁS.
Más allá de la alegría oficial, todavía estamos lejos delideal, que sería el porcentaje europeo, de 17 donantes por cada millón de habitantes.
Actualmente, en Argentina, hay más de 5.700 personas que necesitan transplante.
Cinco mil setecientaspersonas que comienzan cada día, con la esperanza de recibir un órgano que hará que su vida sea más larga, o más llevadera.
Cada uno de nosotros puede ayudar a siete personas.
Pero aunque fuera por una...