Ensayos
URGENTE...
Mi devenir
La cuaresma opaca
JAVIER FIGUEROA SANTOS
Nada como las montañas parapercibir el ritmo de las estaciones y el fluir del tiempo. Aquí se adivina si el verano se ha ido, si ha llegado el otoño o si la primavera estallará cuando esas nubes negras se derramen sobre latierra. Desde las alturas se puede divisar la marcha acompasada de las nubes, más arriba, y el golpetear incesante del viento en los arroyos, abajo. Algunas corrientes se elevan un poco y entonces embistenla fronda de los cerros. La falda parda, amarillenta y seca se torna blancuzca cuando el viento dobla los tallos y muestra el envés de las hojas de encinos, pinos y algarrobos. Hay un olor depastizales secos, de tierra polvosa y de brasas consumidas. Pero también de muerte.
Cuando voy a Huatulco pido siempre un asiento junto a la ventanilla, del lado derecho del avión, porque sé que encierto momento aparecerán las cordilleras majestuosas de la Sierra Sur y en una de ellas reconoceré a la montaña más alta, desde cuya cima me gustaba contemplar el horizonte, cuando niño: montañas azulesy un gran misterio hacia el oriente; la lineal perfección del Pacífico y los colores crepusculares de la muerte del sol, hacia el poniente.
Los gallardos carnizuelos sostienen en sus ramas másalejadas los panales de unas avispas que la gente de por aquí denomina “de castilla”. En esta época no están llenos de miel sino de larvas que son una delicia asadas en el comal; sin embargo,intentar bajar uno es exponerse a los piquetes inmisericordes de las guardianas. Además de deformar el rostro por la hinchazón, su aguijón es capaz de producir fiebres, calambres, y aun después de dos díasuno no se repone aún de las picaduras. Hay quien dice que estas avispas han sido capaces de matar un asno.
Me sorprende recordar que cuando era un niño de siete u ocho años ya me gustaba...
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