Entre otras cosas
México, D. F.
Mi querido Félix:
Dentro de unos cuantos momentos zarpará el buque destinado a conducirme al extranjero, y por tal motivo puedo hablarle ya con absoluta claridad, sin despertar la sospecha de estar inspirado por la ambición política o por la rabia desbordante del fracaso. Me he esperado hasta el último ínstante a fin de no perjudicar el prestigio desu popularidad.
Cuando los periódicos anunciaron la ruptura del "Pacto de la Ciudadela", entendí desde luego la turbia maniobra de Rodolfo Reyes; pero aunque la intriga se había urdido con el cordón de la más increíble ingratitud, preferí callar y me resigné abnegadamente a que sobre mí se descargaran todas las responsabilidades de la presente situación.
Pero ahora es distinto. Prontoabandonaré las playas de mi patria, y aun cuando me propusiese lo contrario, cualquier trabajo mío resultaría ineficaz. Por eso mis palabras, lejos de tener finalidad política, son únicamente la expresión dolorida de "quien tiene sabor amargo en la boca" y da libre curso al justiciero resentimiento que lo embarga.
¿Resentimientos con Huerta? No, amigo mío. El Presidente hizo su movimiento aparte el18 de febrero, y por esta causa no tenía el deber de acompañarme al precipicio. Mis quejas van únicamente contra aquellos que, beneficiados por mí, no han vacilado en sacrificarme en aras de su interés personalísimo y de su conveniencia particular.
Usted, amigo Félix, estaba ligado por dos pactos: el del general Huerta que autorizó usted con su firma, y el mío; que selló únicamente con su honor.El primero podía usted romperlo de acuerdo con el Presidente. El segundo era de aquellos que no se pueden tocar sin convertir en añicos la gratitud y el pundonor.
Yo debí el Ministerio, no a usted personalmente, sino a la Revolución de la Ciudadela. Y a una misma Revolución debieron Rodolfo Reyes, la Cartera de justicia, y usted su salida de la prisión y su candidatura presidencial.
Ahorabien: ¿quién es el verdadero autor del movimiento revolucionario del 9 de febrero? ¿Usted o yo?... Que responda la opinión imparcial de la República.
Nadie ignora, amigo Félix, que yo fuí quien concibió primero el pensamiento de la Revolución; que yo mismo comprometí a la oficialidad; que yo asalté los cuarteles de Tacubaya y formé las columnas que se dirigieron a la Penitenciaría y al Cuartelde Santiago; que yo igualmente abrí las bartolinas en que se encontraban el general Reyes y usted; que yo puse a ustedes dos en libertad; que yo, por fin, después del desastre frente al Palacio Nacional, ocasionado por el impulsivismo de Reyes, y la impericia de usted, reuní la fuerza dispersa y ataqué la Ciudadela, logrando su inmediata rendición.
En la fortaleza, yo dirigí la defensa, con unaconstancia que pueden atestiguar todos los revolucionarios. Yo construí parapetos, abrí fosos, levanté trincheras y dirigí todas las operaciones militares. En una palabra: yo fui el todo durante los días de la Decena Trágica, y la historia dirá tarde o temprano, que hasta el 18 de febrero mi figura fué la primera, por no decir la única, saliente en la Revolución.
En esa fecha estalló otraRevolución militar, fuera de la Ciudadela, y como derrocara al Gobierno del señor Madero, vino como consecuencia un Pacto de las dos Revoluciones. ¿Por qué firmó usted ese Pacto y no yo, como justamente correspondíame?
Por dos razones: la primera estriba en mi absoluta falta de ambiciones políticas; la segunda se basa en la convicción de que era usted agradecido; en la suposición de que teniendousted plena conciencia de que toda su personalidad se había formado por actos míos, habría de acompañarme abnegadamente a la desgracia cuando se presentase, y al desastre, si alguna vez venía.
El general Huerta no me debía favores ni servicios de ninguna clase, y por lo mismo ha estado en su derecho para separarme del Ministerio, en el momento en que así le convino.
Pero usted y Rodolfo, no...
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