Entrevista De Semblanza
Hemos querido dedicar esta jornada al recuerdo de Mons. Álvaro del Portillo; a recordarle en el sentido más pleno de la palabra. Pretendemos honrar la memoria del Fundador y primer Gran Canciller del Pontificio Ateneo de la Santa Cruz, pero sobre todo alimentar en nosotros los vínculos de gratitud y de afecto por los que nos sentimos ligados al Pastor que nos amócon amor paternal y que se desveló con tanta solicitud por esta institución universitaria y por los que la componen.
Non est vir fortis…
Mientras se construía la sede de la Curia prelaticia del Opus Dei, el Beato Josemaría hizo colocar en un cortile interno una estatua que representa a un magistrado de la antigua Roma, vestido con la toga. Es una escultura de corte clásico, que respiracompostura, serenidad, seguridad. La impresión es paradójica, porque esa estatua carece de cabeza y de manos. Sobre el pedestal, una inscripción latina subraya esa paradoja: Non est vir fortis pro Deo laborans cui non crescit animus in ipsa rerum difficultate, etiam si aliquando corpus dilanietur. La compuso el Beato Josemaría, en una noche de oración y de trabajo, en los primeros años 50, inspirándoseen un texto de San Bernardo. Deseaba expresar una idea nacida de su misma experiencia: que las dificultades —tanto las que proceden de nuestra debilidad personal, como las que de algún modo puedan crear obstáculos al trabajo apostólico— no son nunca insuperables, si se actúa con la ayuda de la virtud de la fortaleza, informada por la caridad.
Pensando en Mons. del Portillo, me ha venido elrecuerdo de esa inscripción, que ilustra bien una característica que muchos admiraban en él: su serenidad frente a las contradicciones, la fortaleza de que dio prueba para cumplir la Voluntad divina, su magnanimidad —¡corazón grande!— a la hora de acometer cualquier empresa que redundara en gloria de Dios y en servicio a la Iglesia. Verdaderamente, esa inscripción diseña un retrato que correspondebien a la personalidad del primer Prelado del Opus Dei: El hombre fuerte, que trabaja por Dios, acrecienta su ánimo en las dificultades, aunque alguna vez el cuerpo quede destrozado.
La fortaleza es virtud indispensable en la vida de los cristianos. Todos hemos de ser fuertes, si queremos ser buenos hijos de Dios. Santo Tomás de Aquino, con su peculiar precisión, enseña que esta virtud tiene comoactos propios aggredi pericula y sustinere mala: afrontar los peligros y soportar las adversidades por una causa justa (1). Sin embargo, no hay que pensar sólo en el heroísmo de quien sacrifica su vida por la fe, como el mártir; o en la valentía de quien expone su vida por la patria, o por ayudar a sus semejantes en peligro. Esta virtud se manifiesta también de muchos otros modos, que la mayorparte de las veces pasan inadvertidos. Con el Beato Josemaría podemos afirmar que «es fuerte el que persevera en el cumplimiento de lo que entiende que debe hacer, según su conciencia; el que no mide el valor de una tarea exclusivamente por los beneficios que recibe, sino por el servicio que presta a los demás. El fuerte, a veces, sufre, pero resiste; llora quizá, pero se bebe sus lágrimas. Cuandola contradicción arrecia, no se dobla» (2).
En una de las primeras audiencias de su pontificado, prosiguiendo la catequesis que había comenzado su predecesor, Juan Pablo II ilustró la fortaleza con los ejemplos actualísimos de la madre de familia numerosa, capaz de resistir a las presiones de quienes la inducen a suprimir la nueva vida que se ha formado en su seno; o del profesional que renunciaa una carrera brillante, cuando el precio que ha de pagar es el poner entre paréntesis sus principios éticos y religiosos. Y ésta es la conclusión de aquel discurso del Papa: «Muchas, muchísimas, son las manifestaciones de fortaleza, a menudo heroica, de las que no se escribe en los periódicos, o de las que se habla poco. Sólo las conoce la conciencia humana… ¡y Dios lo sabe!» (3).
Mons. del...
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