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Páginas: 55 (13723 palabras) Publicado: 20 de mayo de 2014
Lo que dicen tus ojos

Tendría que haber abandonado el país paraocultar la vergüenza.—¿Qué corre por tus venas, Celia?—Además, no sólo se trataba del asunto con la chirusa ésa, tambiénestaba el tema de que entre Aldo y Dolores... Bueno, lo que ya te conté.—Que Aldo y Dolores hayan tenido relaciones sexuales —remarcóEsteban— te vino como anillo al dedo.—¡Qué decís! —se escandalizó—. ¿Cómo se teocurre que mecomplace semejante cosa? Pobre Doloritas, no podía permitir que Aldo,después de mancillarla, la dejase de lado.—¡Ah, porque seguro que mi hijo la forzó a hacerlo! Podríamos decirque se trató casi de una violación.—¡Esteban, por favor!—Si Dolores aceptó acostarse con Aldo debió pensar en lasconsecuencias. Ya es hora de que las mujeres de este país se hagan cargode sus actos. Quierenlibertad y reconocimiento, ¡pues bien! Lo tendrán y, junto con eso, deberán asumir también las responsabilidades. Ya no seránmás las pobrecillas del cuento. En realidad, vos, Celia, hace tiempo quedejaste de serlo. Ni Antonina ni su hija se irán de mi casa. ¡Aquí mando yo,carajo!—No puedo permitir que esas mujeres sigan bajo mi techo. ¡Lasquiero fuera esta misma tarde!—Escúchame bien, Celia, y nome hagas perder la paciencia. Sicontradecís la orden que te he dado respecto de Antonina y Francesca,detrás de ellas me iré yo. Te juro que no me costará mucho: estoy hartode vos. Y ya veremos —añadió desde la puerta— qué le dirás a tusamistades cuando el chisme de que te pedí la separación se esparza comoreguero de pólvora. Ahí sí que tendrás que abandonar el país —laparafraseó con sorna.Diez díasmás tarde, Fredo se sorprendió cuando Francesca aceptó supropuesta sin dudarlo. Los acontecimientos se habían confabulado paraque la idea de Martínez Olazábal tomara forma en pocos días; así, laposibilidad de un empleo en una embajada o consulado dejó de ser unaquimera y pasó a ser una realidad.El cónsul argentino en Ginebra acababa de sufrir un accidenteautomovilístico cuando regresaba de unaconvención en Mónaco, y si biensólo se había quebrado un brazo, su secretaria, en cambio, había fallecido.El consulado requería de inmediato una reemplazante.—Supongo que te sorprende este repentino ofrecimiento —señalóFredo— cuando mi plan era que trabajaras conmigo en el diario.—Ya sabes lo que existió entre Aldo y yo —expresó Francesca, y lomiró fijamente—. Esta propuesta tiene que ver con eso,¿verdad?—No quiero que sufras —esgrimió Alfredo.—Por eso acepto.Para Francesca, el ofrecimiento del empleo en Ginebra representabauna salvación, la oportunidad para no sufrir. Se había preguntadofrecuentemente cómo sería cuando Aldo y Dolores regresaran de Río. Terminaría por ceder, lo sabía; no pasaría mucho y se convertiría en su- 43 -


Lo que dicen tus ojos
mujer. Lo deseaba con tantofervor que, al primer roce de manos, alprimer abrazo, caería rendida en su cama. ¿Y después, qué? ¿Qué futuro leaguardaba? No mucho mejor que el de Rosalía, con seguridad. Después detodo, si Aldo no había encontrado el valor para plantarse frente a sumadre y a la sociedad, y prescindir de una vida de lujos y dinero, ¿por quésuponer que tendría valor para divorciarse?No deseaba separarse de los queamaba, pero debía hacerlo, pues nosoportaría que se avergonzaran de ella. Finalmente, vivió su traslado aGinebra como un exilio merecido por haber puesto los ojos en alguien muypor encima de ella.Pese a la mirada brillante y a la voz congestionada, Antonina aceptóla partida de su hija con resignación, con alivio incluso, pues antes deverla convertida en la amante de un cobarde, había pensado enrenunciara seguir en el palacio Martínez Olazábal, y a su edad, con sus escasosahorros, una decisión de esa índole le quitaba el sueño.Sofía, por el contrario, rompió a llorar como una magdalena. Seencerró en su dormitorio y no bajó a almorzar ni a cenar. Francesca secansó de hablarle a través de la puerta y optó por esperar hasta el díasiguiente. Esa noche, al preguntar por la menor de sus hijos,...
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