Eqzequiel

…No podemos detener el tiempo, pues siempre fluirá como la arena en la duna, recibiendo la caricia de la brisa norteña.
Mi tío Ezequiel –a quien mi abuela paterna llamaba eqzequiel por esa graciosaforma suya de hablar que “me se revela”, ahora- tenía un pintoresco reducto rodeado de cerros costeños al que bautizó como La Querencia, y una vez al año tenía el privilegio de caminar junto a él,rumbo a aquel magnífico retiro.
Me deleitaba viendo desde lejos perfilarse a la casita de paredes blancas y techo plano, rompiendo el paisaje como un oasis en medio del solitario desierto. Más decerca, podía divisarse un cerco de higuerillas de aserradas hojas que nutrían su verdor de las filtraciones de lo que alguna vez iba a ser un pozo artesiano.
Era toda una aventura estar ahí. Podíaentretenerme por horas, pelando las pepas de las higuerillas, sólo para estrujarlas y descubrir su oleaginoso contenido. Ahora sé que aquel aceite contiene una toxina llamada ricina y que en algunos lugarestienden a llamar a dicha planta como higuera del diablo.
Pero la mayor diversión estaba en subir una y otra vez al cerro más próximo, sólo para tener el placer de deslizarse desde la cima por la masade inmaculada arena que se depositaba sobre sus faldas. El tío Ezequiel contemplaba desde arriba mi ruidosa alegría, con los pies enterrados entre aquellos finos y cálidos granos que según él lebrindaban alivio de múltiples males.
Cada retorno a casa era el fin de un día glorioso, un anhelo de volver y el nacimiento de un tiempo de nostalgia que tomaba su color del ocaso.
La Querencia no estámás, el cerro ahora luce triste y desnudo, las higuerillas ya no necesitan estar ahí, y la única humedad que por allí se encuentra, es aquella de algún esporádico lamento.
No podemos detener eltiempo, es cierto, pero sí podemos dejar que nuestros buenos recuerdos se deslicen libres y eternos por la duna que aquel forma en su transcurrir.

…y, mi tío Ezequiel sigue mirando mis alegrías, pero...