Era Virgen Y Me Violaron Tres
Al principio no pasábamos de miradas y risas, hasta que él se animó a hablarme en confianza: casi no pasómucho tiempo para que nos besásemos a escondidas, para luego iniciar un romance de oficina; todos en el trabajo se dieron cuenta casi de inmediato, pasando yo a ser la más odiada por mis compañeras,… pero no me importaba: era feliz y sentía muy dentro de mi ser, que Guillermo era el hombre de mi vida.
Nuestro amor lo manteníamos discreto para evitarnos problemas en el trabajo, y a pesar de quenos entregábamos a besos y abrazos muy apasionados en su oficina, no llegábamos aún a mayores: yo era aún virgen y deseaba que fuese en un momento especial y en un sitio más adecuado: Guillermo fue muy comprensivo conmigo y estuvo de acuerdo. Yo estaba dichosa y no me opuse cuando me dijo que le encantaría que saliésemos juntos el Día de la Secretaria, que iba a caer en sábado. No hizo faltadecir nada más: ese día sería "mi primera vez". Al llegar el día pactado, mi jefe me regaló con unas rosas que fueron la envidia –y la comidilla-, de toda la oficina. Yo estaba como en nubes y eso tampoco me importó. Después del trabajo, me preparé para mi gran noche: un vestido turquesa que hacía resaltar mis caderas y mis pechos, un par de zapatos taco aguja y debajo un preciosísimo sostén blanco deencajes, una tanguita diminuta también con encajes que hacía juego, y junto con unas panties color carne a media pierna, para quien –pensaba yo-, sería el hombre más importante de mi vida.
La noche fue estupenda: cena en un discreto restaurante, unas copas en un bar y un par de horas en la disco,… todo eso junto habían hecho desaparecer mis lógicos temores y mi natural timidez por completo:estaba yo lista para el gran momento. Mi cuerpo vibraba mientras era rodeado por los fuertes brazos de Guillermo, mientras que sus apasionados besos en mi cuello me hacían hervir la sangre a cada instante:
- …¿Vamos a otro lado?,… -, me dijo Guillermo, mirándome a los ojos, ya de madrugada.
- Sí,… -, respondí dichosa, sabiendo adónde iríamos.
Temblaba yo de pies a cabeza, mientras enfilabasu auto hacia las afueras de la ciudad: estaba yo aliviada al ver que nos dirigíamos lejos del centro, y de las miradas indiscretas. Finalmente llegamos: era un hotel de esos en los accedes directo por auto a unos lindos bungaloos, un al lado de otro; era perfecto y al parecer solo estaban ahí tres parejas más –por los autos estacionados-, y el personal del lugar.
Cuando se cerró finalmente...
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