Esa chica.
Abre su gaveta ysaca la que ha sido su única amiga los últimos meses, su navaja, su brillante y filosa navaja, la mira con un deje de melancolía, la coloca a su lado y escribe unas palabras en un papel. La tomanuevamente, ahora con un par de lágrimas traicioneras que resbalan por sus mejillas, se levanta de su cama y se dirige al baño, abre la ducha y se sienta bajo el agua, ahí empieza a llorar, esta vezdescargando toda su rabia, duda un poco pero al final se decide, muestra una sonrisa, una sincera, no como las que ha venido mostrando al mundo para ocultar lo mal que está. Ensancha su sonrisa a medida queacerca la navaja a su muñeca, la presiona contra su ya lastimada piel, la sangre empieza a salir y la chica siente que con cada gota de ésta, cada uno de los insultos recibidos salen de sí, su corazónduele, pero el dolor corporal lo hace más llevadero.
Y ríe, ríe porque sabe que si no controla la hemorragia, en unos minutos no volverá a escuchar un solo insulto más, no volverá a sentir que ‘novale nada’.
Horas después, una mujer, desesperada abre la puerta de su única hija, tras 10 minutos tocando, escuchando solo el ruido del agua correr, corre hacia el baño y ve a su pequeña,desangrada en el suelo del baño, con una sonrisa en sus labios y una navaja a su lado. Hace lo que puede para levantarla y la lleva a la cama, donde encuentra un pedazo de papel que decía ‘PERDÓN POR NO...
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