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La secretaria adivinó en un momento que esos venidos de los bosques, campesinos, no tenían nada que hacer en Harvard y probablemente no merecía estar enCambridge.
‘Desearíamos ver al presidente’ dijo suavemente el hombre. ‘El estará ocupado todo el día’ barbotó la secretaria.
‘Esperaremos’ replicó la mujer.
Por horas la secretaria los ignoró,esperando que la pareja finalmente se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vio aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al presidente, aunque era una tarea queella siempre esquivaba.
‘Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos, se irán’ le dijo. El hizo una mueca de desagrado y asintió. Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempopara ocuparse de ellos, y el detestaba los vestidos de algodón barato y los raídos trajes en la oficina de su secretaria.
El presidente, con el ceño adusto y con dignidad, se dirigió con pasoarrogante hacia la pareja. La mujer le dijo ‘Tuvimos un hijo que asistió a Harvard por solo un año. Él amaba a Harvard. Era feliz aquí.
Pero hará un año que murió. Mi esposo y yo deseamos levantar unmemorial para él, en alguna parte del campus’. El presidente no se interesó. Él estaba en shock.
‘Señora’, dijo asperamente, ‘no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard yfallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio.’. ‘Oh no’, explicó la mujer rápidamente. ‘No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard’
Elpresidente entornó sus ojos. Echó una mirada al vestido de algodón barato y al traje raído, y entonces exclamó ‘Un edificio! ¿Tienen alguna remota idea de cuánto cuesta un edificio? Hemos gastado más de...
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