escuela y sociedad: dos mundos disimiles

DEL RECUERDO DE MI PRIMARIA Y MIS ABUELOS

Cuando fui por primera vez a la escuela oficial tenía diez años. Llegué maduro y asustado, y con un montón de historias contadas por mis abuelos maternos, dándome vueltas en la cabeza. Empezaba una nueva vida para mí. Recuerdo que el primer día de clases nos mandaron a formar. La Directora Dora Amarís de Hazbún, de empaque fino y atractivo,pero de carácter miliciano, se sabía muy bien la regla de oro de aquella época La letra con sangre entra. Ella se paseaba por entre las filas como un militar pasando revista. Llevaba entre las manos una regla que daba la apariencia de una escopeta. Ese día me gané la primera descarga de la regla por estar hablando con mi primohermano Miguel que estaba en la fila de al lado.
La directora measignó al grupo de la Seño Hilda, quizá sin saber que era mi hermana. _ ¡Qué alivio!- pensé. Las cosas no fueron tan fáciles como imaginé. Mi hermana Hilda Leonor, criada por mi abuela paterna que era un tanto severa, tenía sin embargo la virtud de la Santísima Trinidad: Dos personas distintas y una sola hermana verdadera, amorosa, comprensiva y buena. Era natural que en la escuela ella debieracumplir las órdenes sin titubear, pues la mirada incisiva de la Directora hacía o pretendía conseguir que la escuela marchara como un relojito. Y en cierto modo así marchaban las cosas allí. Evoco aquella ocasión en que sonó la campana para entrar al salón, y mi primo Miguel y yo nos quedamos en el patío de recreo jugando más de la cuenta con una pelota de trapos. Nos pecó la “Dire” . Se nos armó lade Troya. Primero, nos castigó de rodillas sobre unas checas de gaseosas una hora al sol, ese sol caribeño que es capaz de hervir el agua en las ollas sin necesidad de fuego. Luego, nos puso a barrer toda la escuela, y de ñapa, nos quitó el recreo de toda una semana. Esto último fue lo que más nos dolió. Afuera estaba la libertad y nosotros prisioneros en las aulas. ¡Qué tormento!
Ahíseguí, dando tumbos y tratando de acomodarme a esa realidad. Y esperando a que pasara rápido la semana de castigo para empezar otra vez. Anhelaba volver a escuchar el repique de la campana que anunciaba la llegada del tan deseado y corto recreo. La felicidad era mayor cuando sonaba el timbre de salida. En casa me esperaban mis abuelos Camela y Patrine . Ellos fueron mis tutores desde mi nacimiento. Mimamá y papá vivían en planetas separados.
Mi abuelo Patrine fue mi mentor. Él me enseñó la cartilla de cartón . Los números de 1 a 10 me lo enseñó así: Uno= unían pelos de oro; dos= Docía la mujer de Pilatos; tres= tristeza le da al que pierde; cuatro= cuatrero el que se lleva el ganado ajeno; cinco= sin cola lo parió la sapa; seis= se hicieron las fuerzas de Sansón; siete= septiembre elmes de Cristo; ocho= Ochoa el santo barbón; nueve= noviembre el mes de las animas; diez= Diego llévate un bollo que no vas para tu casa. Mi abuelo tenía la magia de enseñar y divertir, a pesar de ser autodidacta. Fue un conservador de pura cepa, lector voraz de los paquitos de Arandú, el príncipe de la selva, y de Kalimán y su compañero Solín. Estábamos el uno para el otro en la mismaaventura. Fue un narrador innato de las leyendas del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda. Mi querido abuelo fue también un jugador de naipes y un fumador empedernido de cigarrillos Piel Roja. La muerte repentina y sosegada lo sorprendió en su cama, sereno y frio, a los 73 años. ¡Qué tristeza!
En la otra orilla del caño estaba mi abuela Camela, liberal de tiempo completo. Me acuerdo dela linda lora parlanchina que ella tenía en la casa, y que era capaz de gritar a viva voz “¡viva el partido liberal!”, “¡abajo los chulavitas!”. Fue una narradora singular y de extraordinaria memoria. Nunca pisó las celdas de una escuela. No aprendió a leer ni escribir, y su rúbrica fue siempre su huella digital. Lo que mi abuelo leía en las revistas, ella lo escuchaba en Radio Libertad ....