Escultura como lugar



LA ESCULTURA COMO LUGAR-EL LUGAR DE LA ESCULTURA
Isabel Tejeda y Antonio García Álvarez

En 1917 Marcel Duchamp firmó y presentó bajo el alias de R. Mutt un urinario al comité de selección de los Independientes de Nueva York. Con esta acción demostró que el contexto conforma el valor y el estatus de la obra de arte. Que los espacios para el arte –en esta función se encontraban museos ygalerías- no eran una simple arquitectura, un contenedor, sino que se comportaban como un eco de las estructuras de poder, una frontera simbólica que de forma automática señalaba artísticamente y que confería por inoculación un aura de originalidad, unicidad y distinción a un objeto cotidiano -en este caso tan poco glamoroso como un váter-; un aura que era difícil perder. Duchamp también desvelabaque lo neutro -refiriéndose al lugar- no existe.

Parte de las vanguardias históricas –en concreto las distintas versiones de los constructivismos- empezaban a plantear prácticas y estrategias que integraran la obra en el espacio. No todas las obras eran de pared o de peana –discurso que comprende el espacio expositivo como un mero soporte- sino que se realizaron interesantes experimentosinstalativos o ambientales en el que la obra “se expandía” –nos permitimos utilizar un concepto de Rosalind Krauss avant la lettre- y entendía el espacio como un elemento más de su configuración. Tras la vuelta al orden de los años 50 habría que esperar a las experimentaciones ópticas de la década siguiente y, sobre todo, a la concepción perceptiva del espacio aportada por el minimalismo, para que lossentidos del espectador y, sobre todo, su tránsito por el espacio, fueran parte indispensable en la recepción de la obra.

Sin embargo, los minimalistas tenían un problema: seguían diseñando esculturas, “objetos específicos” como los llamaba Donald Judd, para cubos blancos, arquitecturas frías sin connotaciones y carentes de historia propia. Estas grandes esculturas no se colocaban en un espacioreal y vivido, sino que disfrutaban de una situación ideal que, paradójicamente, renovaba la cosificación del espectador manteniendo la frontera entre el espacio del arte y lo contingente: el espectador sentía que entraba en un espacio que no le pertenecía. Además, con la disolución del concepto tradicional de monumento y sus funciones ejemplarizantes y conmemorativas, se perdía el concepto deespacio concreto y de representación que conllevaba. También en la calle, en la nueva escultura monumental, se optaba por una idea abstracta del espacio, un discurso central tanto para los críticos como para los artistas de la modernidad.

Entre la década de los años 60 a la de los 70, se produce un gran cambio: el espacio deja de ser un mero contenedor de la obra. Escapa de su presuntaneutralidad porque está ahí para ser habitado, examinado, atravesado, intervenido. Es preciso recordar que gran parte de las piezas creadas durantes las vanguardias –incluso en las tendencias constructivistas o dadaístas- se posaban auráticas sobre la peana o participaban de un orden interno que provocaba que su relación con el contexto fuera de no-pertenencia. La alternativa se materializaba en obras queexperimentaban con la espacialización y la temporalidad, construyéndose como ambientes y espacios integrales –como por ejemplo el Merzbaum de Kurt Schwitters o el Salón de Mme. B en Dresde de Mondrian-; en realidad se comportaban como arquitecturas en las que el visitante podía entrar. Algunas, de hecho, podían volver a construirse en cualquier espacio lo que les confería un sentido portátil quevolvía sobre la idea de la obra posada en un contexto abstracto.

A principios de los años 70 se realizaron los primeros experimentos de obras inseridas en el espacio: los llamados site-specific. Mientras los minimalistas y otras tendencias paralelas adoptaban, como arguye Jesús Carrillo, “una contextualidad relacional y perceptual puramente abstracta, los site-specific manejaban unos...