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Páginas: 10 (2425 palabras) Publicado: 7 de octubre de 2012
Hace muchos años, al principio de un verano, yo fui a una pequeña ciudad para dar una conferencia. Como la llevaba escrita y no tenía preocupaciones, me propuse ser feliz. Allí había una feria ganadera y los hoteles estaban llenos; me tocó dormir con paisanos que conversaban a oscuras. Hablaban de los campos que convenían a sus animales, y me dormí cansado de imaginar vacas pastando en lugaresdistintos. Al otro día, después de la conferencia, un amigo me dijo:
-Mañana me voy para Montevideo, pero ya te conseguí una pieza de hotel donde dormirás con un muchacho que no habla ni de noche ni de día.
Y señalando a un joven que fumaba frente a un vidrio biselado -sólo al otro día me di cuenta de que él echaba el humo sobre el vidrio- mi amigo le gritó:
-Che, Mur...
Mientras el joven veníahacia nosotros, yo dije:
-¡Qué nombre!... ¡Mur!
-No se llama Mur. Primero le decíamos "Murciélago", y después, Mur.
No tuve tiempo de preguntarle por qué le llamaban así. Mur venía trayendo la cabeza levantada y una gran nariz violácea que parecía decir: "¿Y?"
Después de las primeras palabras mi amigo tomó por una punta la pequeña moña de la corbata de Mur y con un suave tirón se la deshizo.El otro soportó la broma con una sonrisa simpática y se fue hasta un espejo para hacerse la moña. No recuerdo si en esa ocasión echó el humo del cigarrillo contra el espejo. Al poco rato mi amigo se fue para su casa y Mur y yo empezamos a caminar -más bien lentamente- hacia el hotel. Después de haber andado algunas cuadras, él me dijo:
-Usted no tiene que acomodar sus pasos al compás de los míos,soy yo quien debe seguir el ritmo de los suyos.
-Esta es mi manera de caminar -le contesté.
Pero él hizo una sonrisa y nada más. Yo sentí necesidad de complacerlo y empecé a dar pasos largos y a balancearme hacia los costados. Al llegar al hotel tenía un poco de malestar en los riñones. El cuarto de él era grande y ya nos esperaban dos camitas vestidas de celeste. En un gran lavatorio antiguo demadera negra, había una palangana de porcelana blanca. Veía salir el agua del labio grueso de la parra y el asa fresca me llenaba toda la mano. Después de lavarme vi a Mur sentado a una gran mesa redonda y fumando con los ojos bajos. Primero yo sentí necesidad de romper el silencio con alguna palabra; pero después pensé en esa costumbre mía como en una debilidad y decidí callarme la boca. Depronto Mur miró hacia un lado de la mesa y echó humo al pie de un retrato; en él había una mujer que miraba el cielo; y cuando el humo subía, los ojos de ella parecían ventanas de una casa en un principio de incendio. Entonces Mur me dijo:
-Le presento a mi novia.
Yo hice una cortesía un poco en broma y al levantar la cabeza vi, colgando en la pared, un fuelle; estuve luchando con la curiosidad depreguntarle para qué lo utilizaba; pero en un momento Mur arrastró la silla con violencia y empezó a decir:
-Nos van a dejar sin cena...
Y los dos salimos de la habitación casi atropellándonos.
Esa noche en la mesa él no pidió vino. Comía silenciosamente y de pronto me dijo:
-Estuvo bien su conferencia...
-¡Ah! Me alegro...
-Espéreme un momento; no he terminado de hablar. Usted dijo una cosaque no es de mi gusto.
-¿Cuál?
-Lo de un poeta que citó.
-"¿Es más interesante el más miserable de los hombres que el más maravilloso de los árboles?"
-Eso mismo, a mí me gusta mucho más una plantita que muchos hombres.
-Está bien.
Y al rato me preguntó:
-¿Usted sabe quién soy?
Puse cara de no saber.
-El portero del banco -me dijo-. Yo antes era auxiliar; pero un día les pedí el puesto deportero. Entonces me dijeron que eso era un mal ejemplo; y después me mandaron a campaña, donde nadie sabe que fui auxiliar. Le estoy dando los datos porque si usted escribe ese cuento sobre mí...
Yo lo miré estupefacto.
-Cómo, ¿usted no le dijo a Rafael que iba a escribir...?
Empecé a negar con la cabeza.
-¡Pero! -dijo él, riéndose-. ¡Este Rafael!
Y al rato insistió:
-Mire, yo sé por qué...
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