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Sería una necedad no aceptar que por muchos años hemos sido formados en una cultura de la desconfianza. Antes que enseñarnos a confiar y tener fe en nuestros semejantes, incluso los más cercanos y ligados a nuestros afectos, hemos sido formados para dudar y sospechar de ellos.
No reciba ayuda de personas extrañas.
“Si un desconocido o extraño leofrece orientación y ayuda, rechácela”.
Tristemente estos son avisos que fácilmente podemos encontrar en un cajero automático, en centros comerciales o en una terminal de transportes.
Sospechar de los demás, sobre todo si no los conocemos, parece ser la mejor arma para protegernos de todos los peligros, pero resulta que esta condición que nos impone la sociedad cada día con mayor vehemencia,adquiere cada vez más la connotación de un virus contagioso y arrasador que ataca los cimientos de las relaciones interpersonales y contamina el ambiente donde ha de disfrutarse de la convivencia social y la solidaridad humana.
Que este fenómeno se de como consecuencia de la descomposición social, una de cuyas expresiones de delincuencia en sus distintas manifestaciones, resulta comprensible, pero loque si nos debe llamar a la reflexión, es que se haya vuelto común y socialmente aceptable que en el centro educativo el maestro no confíe en su alumno, que no se crea en su palabra y que igualmente en el hogar los padres no crean en sus hijos o que la relación de pareja transcurra matizada por momentos o ciclos de intensa incredulidad o conflictivas sospechas.
Desconfiar es un rasgocaracterístico de nuestra naturaleza humana; no creer en el otro y por lo tanto exigirle a toda hora justificación y evidencia de sus actos, es un sentimiento negativo arraigado a nuestra cultura que tenemos que erradicar por cuanto no es ni pedagógico ni formativo fundamentar las relaciones intrafamiliares o escolares en la incredulidad y la sospecha. Por bien de la misma formación de nuestros hijos,debemos saber delimitar hasta donde ellos están justificando una conducta con el recurso de la falsedad y la mentira o hasta donde nuestra actitud de malestar y enojo obedece más bien a sospechas infundadas y al hábito de la desconfianza que ya tenemos inconscientemente incorporado.
A todos nos gusta que nos crean, que confíen en nosotros, que nos hagan reconocimientos, pues con ellos incrementamosnuestra autoestima y reafirmamos nuestra confianza. Es por ello que resulta ser una experiencia desagradable sentir que se desconfía de nosotros, que se pone en duda nuestra credibilidad y buena fe. La desconfianza niega toda demostración de afecto y lastima lo más profundo del ser humano cuando lo aplicamos con la misma intensidad para todo el mundo o lo que es peor, cuando la utilizamos comorecurso para ejercer el mando o crear precedentes de autoridad: “soy el padre; soy el maestro; soy el jefe, entonces tengo legítimo derecho a desconfiar de quienes están bajo mi mando o tutela”. ¡Falso paradigma que tenemos que eliminar…!
¿Qué es la confianza?
Confiar es creer, es tener seguridad en la otra persona. Es aquel auténtico sentimiento por el cual miramos y tratamos al otro concierto grado de seguridad, agrado y transparente simpatía. La confianza nace de los profundo de la personalidad; emerge de la relación abierta y sencilla con la otra persona; aumenta la comunicación permanente; se consolida en las pruebas y se marchita con las reservas y los silencios.
Para que haya confianza hay que conocer, respetar, compartir, pero sobre todo amar a la otra persona que es objetode nuestra confianza. Es entonces, un sentimiento que se va construyendo gradualmente en la diaria convivencia. A través de nuestros actos nos ganamos la confianza o perdemos el derecho a que los demás crean en nosotros.
Ahora bien, si por la intensión y naturaleza de sus actos cada individuo construye el nivel de confianza que los demás le tienen o le niegan, tenemos entonces un excelente...
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