Especialista


Sugiero, a quien tenga a bien, observar este escrito, tratado o documento; dispóngase a relajarse y dejar su mente abierta. Quizás no vaya a leer una receta culinaria, al uso; pero si sigue y acaba la lectura, podrá encontrar alguna receta culinaria. Puede que no se encuentre con un relato serio y trascendental, pero adentrándose en las líneas de este escrito puede que sonría, e incluso quedisfrute. Tómese un tiempo y dese un respiro.
Joan Beltrán.

A Rafael Azcona.
El gran narrador y guionista.
Y
A DON LUIS GARCIA-BERLANGA Y MARTÍ.
Maestro, director y entrañable amigo.


Si usted se encuentra perdido en medio de una crisis zozobrante de novecientos mil pares de “gualtifenoles”*, entonces, quizás, para no andar todo el día aciago ( azí hago algo; azí no lo hago)lo mejor que puede hacer el prototipo de ciudadano medio, desempleado, sea apuntarse a un curso de cocina. Por lo menos, aparte de tener, durante el día, alguna cosa que hacer, aparte de poner de vuelta y media y tres cuartos al noventa y siete por cien de políticos y gobernantes, podrá, por ejemplo comer. No comerá todos los días, en la misma proporción, ciertamente; pero deglutirá deliciososbocados y no dejara su estomago completamente vacío.

EL ENELDO.

Estando, de lleno, en el ejercicio de semejante peripecia pueden surgir los propósitos más fecundos.








Con mucha seriedad lo anunciaba el tutor, al comenzar la jornada.
Quizás, entonces dio comienzo el reto. ¿Qué se necesita para empezar? Inquirí, bien presuroso, ante el CHEFF; ya un tanto, intranquilo einquieto.






¡Caramba, caramba! ¡¡¡ENELDO!!! Mágica expresión. Trepidante momento. Una pulsión interna se desato en mis venas. Un nudo corredizo apretaba mi garganta. Una efusión gasoconstructora recorrió, súbitamente, mis entrañas.
¡Cielos! En mi propia cocina tengo cientos de pequeños botecitos de eneldo seco molido. ¡Pero eneldo fresco! Aquel era una cantar para más grandes escenas.Sin perder un solo momento recorrí las cámaras refrigeradas, una por una. Había mucho frío, había cilantro y menta piperina, había tomillo limonero, había estragón, había hierba buena; pero no había eneldo.
Desesperado me adentré en las tenebrosas entrañas de los congeladores. Busqué y busqué hasta quedarme atónito, palpitante, casi petrificado, por momentos. Sumergido en la congelación, unpensamiento luminoso brillo, iluminando y horneando el neocortex.








Bajé a los sótanos, busqué entre las montañas, pregunté a los parroquianos y parroquianas. (Pero allí, también, había dos que no querían ser de la parroquia-conste-). Indagué por las más recónditas y antiguas callejuelas de una oscura urbe. Cuando ya parecía todo perdido apareció un individuo de aspecto anodinosaliendo de una vieja tienda, en una recóndita placeta, casi escondida.

Buenas noches tenga usted.
Me deseó aquel buen hombre, con amabilidad.
Buenas noches. Disculpe. ¿Cómo esta usted?
Por aquí andamos. Acabando la jornada.
Pues si no le importa, me gustaría hacerle una consulta. ¿Sabría decirme si en algún lugar podría encontrar un poco de eneldo fresco?
El individuo, me inquirió unamirada un tanto desconfiada.


¿Dice usted eneldo fresco?
Dijo aquel hombre, en voz muy baja.
Sí, claro. Eneldo.
Pase, dentro de la tienda. Pase dentro.
Se adentró, guiándome, por la angosta galería de su penetrante ultramarinos. Ya casi en la trastienda, se giró hacia mí, con sumo sigilo.
Quizás para mañana podría conseguirle una pequeña bolsa.
¿De eneldo fresco?
Muy fresco.Prometí y aseguré volver al día siguiente, por tan angosto escondite. En el camino de vuelta dejé rastros y pistas en lugares estratégicos. Así pues, en la farmacia más cercana a la velada lonja, dispuse que la farmacéutica llevase una bata blanca. Tres calles más abajo, penetré en una carnicería y pinte una señal roja en el, tornasolado y acartonado pechero, del carnicero vil. Un gran...