espiritu inquieto
Por spartakku | 27 diciembre, 2012 | Chile, Manuel Rojas
El hombre nacido de mujer, corto de días; y harto de
sinsabores; que sale como una flor y es cortado, y
huye como la sombra y no permanece.—
Job.
Aquella mañana Pablo González estrenaba un magnífico sobretodo azul. A las ocho de la mañana, después de colocárselo encima de su traje claro delos días de fiesta, salió. Un día, hermoso y azul como su sobretodo, lo recibió en la calle. Encendió un cigarrillo y echó a andar hacia la Avenida de Mayo. Hacía un poco de frío, y un vientecillo que subía del puerto se llevaba las bocanadas de humo hacia la cúpula del Congreso.
Iba casi alegre. Atmósfera brillante, cielo azul y claro de fines de otoño, sobretodo nuevo, veintiocho años. ¿Qué máspodía desear un hombre para ser feliz? ¿Una mujer? Ya vendría. Siempre que estrenaba una prenda de vestir, su oscura juventud se iluminaba con la esperanza de un amor grande y fuerte. El hombre vive de grandes esperanzas y de pequeños recuerdos. Todas las mañanas, cuando el despertador lo llamaba con su gritito estúpido, se sentaba en la cama y preguntábase:
“¿Qué espero hoy?”
Cuando no esperabanada, cuando después de un momento de reflexión se daba cuenta de que nada ni nadie vendría a traerle una causa o un motivo que justificara en aquel día su razón de vivir —una carta, un libro o una cita—, sentíase amargado, y la neurastenia, adquirida en seis años de estúpida vida de oficinista, bajaba de su buhardilla misteriosa hacia sus nervios destemplados.
Pero hoy era distinto. Cuando seposee un sobretodo nuevo, la esperanza se anima y hay derecho para esperar muchas cosas.
Vagaba de una acera a otra, acechando el paso menudito de las mujeres. Les decía requiebros, ofrecíase para acompañarlas, las invitaba a tomar café, les ofrecía flores; pero ellas pasaban silenciosas, arrebujadas en sus pieles o abrigos, haciendo sonar sus altos tacones sobre las veredas. Algunas le sonreían,pero ninguna le miró invitándolo a seguirla. Era la hora de entrar a la oficina o al taller y no tenían tiempo… ¡Lástima! ¡Tan buen mozo, recién afeitado, con aquel sombrero negro que daba a su rostro de criollo un encanto melancólico de enamorado, y con ese sobretodo azul, por debajo del cual la raya esplendorosa del pantalón se deslizaba vertiginosamente hacia el zapato de anca de potro! Hasta sedaban vuelta a mirarle. Pero, francamente, no tenían tiempo…
Aquella aparente indiferencia y aquel resultado negativo de sus invitaciones, concluyó por cansarlo. No se dio cuenta de que la hora era inoportuna. Sólo pensaba en que tenía un sobretodo nuevo y que las mujeres casi tenían la obligación de corresponder a sus galanterías y ofrecimientos. Terminó por aburrirse, y apartándose poco a pocode ellas, empezó a pensar en sí mismo.
No tenía qué hacer, pues estaba sin empleo; pero esto no le preocupaba. Tenía ahorros para vivir con cierta holgura mientras durara su cesantía. No tenía familia que le recordara necesidades. Su único pariente, una tía vieja que residía en Córdoba, no necesitaba de él. Y esto lo alegraba. El hombre que está solo es el más fuerte. Por lo demás, era previsor.Meses antes había pagado a la empresa del horno incinerador de cadáveres su derecho a ser carbonizado. Cuando muriera, recogerían su cadáver, lo meterían en el horno y… ¡ceniza! como la del cigarrillo que tiró en la esquina de Avenida y Perú. Le mandarían a la tía el recuerdo ceniciento del sobrino, y se acabó.
La idea de la muerte lo sobrecogió como un grito durante el sueño; pero fue unsobresalto que pasó rápidamente, hundiéndolo más en su abismo reflexivo.
Pasó ante las vitrinas, sin mirarse ya en los grandes vidrios —que día a día recogen la visión física de la vida de la ciudad—, filosofando. Ya la neurastenia había abierto la puerta de su desván oscuro y ahuyentado con su sonrisa agria la pequeña alegría que le causara su sobretodo nuevo. Siempre le pasaba lo mismo. Todos los...
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