¿Estaba Muerta La Diatriba Literaria En Colombia?

Debate
¿Estaba muerta la diatriba literaria en Colombia?

Por: Joaquín Mattos Omar

En el artículo de la edición de julio de Arcadia sobre Harold Alvarado Tenorio y su tenaz dedicación al “arte de injuriar” ––escrito por su directora Marianne Ponsford––, se cita una afirmación de Antonio Caballero según la cual le debemos a aquél “el haber resucitado en Colombia el gran género olvidadode la diatriba literaria”. Me temo que dicha aseveración no es exacta. Hay evidencias que indican que ese género nunca ha muerto ni ha sido olvidado en nuestro país.
Desde luego, en una página como ésta, no es posible dar a conocer todas esas evidencias. Además, Caballero no dice desde cuándo, según él, estaba muerta la diatriba literaria, así que uno no sabe a partir de qué momentoempezar a hacer acopio de ellas. Pero aquí trataré de presentar algunas que demuestran dos cosas: la primera, que por lo menos en el curso de los veinte años anteriores a la época en que Alvarado Tenorio empezó a cultivar dicho género (finales de los años 80 del siglo pasado), otros autores colombianos habían estado haciéndolo; y la otra, que en modo alguno Alvarado Tenorio ha estado ahora solo en ello.Se trata de casos que responden, unos, al modelo de crítica sainte-beuviano con que identifica Marianne Ponsford la tarea de Alvarado Tenorio; y, otros, al modelo que sólo atiende al texto y en los cuales, por tanto, sólo contra éste se enfila la artillería (aunque no pocas veces ese ataque al texto está motivado por no declaradas razones de índole personal). Hay todavía un tercer modelo,a medio camino entre los dos anteriores, en que el crítico, admitiendo que la obra es buena, no deja de recordar que el autor, en cuanto ser humano, es cuestionable o francamente execrable.

En la diatriba todavía quedan Caballeros

Obviamente, el caso por el que hay que empezar es el del mismísimo Antonio Caballero, cuya práctica desmiente su propia teoría. En efecto, es bien conocidapor todos su corrosiva pluma, la cual no se ha limitado a utilizar sólo en los temas de la actualidad política y social, como bien lo prueban las “Crónicas de literatura” que hacen parte de su libro Paisaje con figuras (El Malpensante, 1997), que fueron originalmente publicadas a partir de 1980 y que incluyen espléndidas diatribas literarias: contra el polígrafo español José María Pemán; contra elfilósofo Louis Althusser; contra Camilo José Cela; contra Vargas Llosa; contra los escritores que “son funcionarios de la escritura, que escriben como si lo hicieran por nómina” y que, en consecuencia, escriben “un libro al año en promedio”; contra quienes no asumen el que la literatura sitúe sus asuntos en la ciudad o en el campo como lo que es: una cuestión “secundaria”, “paisajística”. Ya sé:en los cuatro primeros de los ejemplos citados, sus blancos no son colombianos, y en los dos restantes, no son exclusivamente colombianos, pero eso no importa. Los temas, como se sabe, son extraterritoriales.

Piedras contra la poesía colombiana

Pero si queremos dardos contra blancos colombianos, ahí tenemos los disparados por J.G. Cobo Borda entre 1970 y 1975: “Sobre poesía colombiana”,el ensayo en que afirma que ésta constituye una “tradición de la pobreza” y que, cuando no es abandonada por la falta de persistencia de sus autores, “desemboca (…) en reiteración y bobería”; y “Réquiem por Piedra y Cielo”, donde denuncia los “ocasionales roces con la poesía” por parte de este movimiento, su “aberración lingüística”, su “mundo de concepciones anacrónicas”, “el progresivo vacío desus líneas”, debido este último a que sus autores andaban “en otra parte: en Castilla o en la luna”.

Dos profesores de cuidado

Algunos años después de estas irritaciones de Cobo Borda, vinieron las arremetidas mordaces de dos críticos que tenían en común su formación filosófica y un notable rigor analítico: Rafael Gutiérrez Girardot y Carlos J. María.
De Gutiérrez Girardot,...