estadistica
El presente artículo fue escrito por el alemán Sebastián Haffner el año 1938, pero que
fue traducido del alemán al español el año 2004. Lo someto a vuestra consideración,
dice:
LA PUNTUALIDAD ES LA MAJESTAD DE LOS REYES; la majestad de las
personas comunes es la impuntualidad. Esta verdad elemental ha caído tan en desuso,
que hoy si uno la enuncia suena como una paradoja.Sólo pocas criaturas amorosas,
mujeres en su mayoría, la guardan en su corazón, al menos instintivamente en la
cotidiana práctica diaria; mas asumirse como una de sus acolitas es algo que tampoco
ellas osan. Quien rompa una lanza en favor de la impuntualidad se chocará de inmediato
con la clásica resistencia fanática y llena de odio con la que las personas acostumbran
defender sus peoresdefectos.
La puntualidad, una virtud abominable y desmoralizadora no consiente a sus cofrades
siquiera el cantar abiertamente sus loas o el embanderarse con estandartes que la
preconicen, de modo que sólo pueden resarcirse fustigando atribulariamente con todas
sus fuerzas a los pobres impuntuales, refregándoles en la cara lo malo de su
acostumbrada inmadurez y falta de consideración. La absolucióno salvación del honor
de los impuntuales resulta una tarea ingrata.
¡Y sin embargo, cuánto tacto, amigabilidad y cordial benevolencia esconde una bien
dosificada impuntualidad!
El impuntual se posiciona de antemano, voluntariamente, respecto del que lo espera un
poquito en falta; se da una oportunidad de hacerse disculpar, el de poder ser divino, de
poder reconciliar.
Toma sobre sus hombrosla carga de ser el errado, el requerido de indulgencia, el
desubicado, cuando lo que realmente hace es propender al bienestar balsámico del
impaciente al arrojarse la primera piedra mediante un risueño autoinculparse que - en
aras de un redentor acto de contrición - fomenta ya en el comienzo mismo de la charla
la faceta más reanimante y humana.
El impuntual hace el gasto conversacionalprimero. Y además casi siempre ostenta el
impuntual un humilde buen humor, una contagiosa bondad jovial, dado que no ha
dilapidado su buen humor en mirar como un estúpido el reloj, esperar y resoplar
indignado. El impuntual es ecuánime: mediante su llegar tarde revela que por su parte
él tampoco esperaba que el otro llegara temprano. El impuntual es locuaz; justo acaba
de sucederle algo que leimpidió llegar a tiempo. Y se trate de un accidente con el
tranvía o un perdido botón del cuello, al punto sabe el impuntual ganar de ello una
cálida y aventurera narración. ¿Ha advertido alguien cuán histriónico, chistoso y
encantador se torna una persona cuando quiere enmendar y disculpar su ausencia? La
impuntualidad nos vuelve inventivos, es una pariente lejana de las Musas y las Gracias.Esto no puede decirse de la puntualidad. La puntualidad es ella misma per. se una
virtud. No necesita en absoluto ser amorosa. No alegra nunca, no alegra a nadie, pero a
quien menos alegra es a sus polluelos y seguidores. A ellos los martiriza. Primero se les
aparece asumiendo la forma de pesadillesco fantasma; como vivo y calculado temor a
perderse una reunión a llegar cuando todos se fueron, aser motivo de imputaciones,
desavenencias. Luego deviene en soporífero, intolerable tedio, el aburrimiento del que
espera que como un grillete de pasos arrastrados circunda el lugar del encuentro, como
si lo circunscribieran opresivamente las paredes de una celda invisible.
No tarda en transmutarse en bronca, en la indignada cólera de los oprimidos a los que
les ocurre un siniestroinaudito, una injusticia insólita. Es el momento en el cual se le
aparecen al que espera todos los defectos del esperado explícitamente ante sus ojos, las
pequeñas afrentas que se pasaron por alto, perrerías diminutas pero nunca del todo
cicatrizadas, canalladas que revitalizadas en cada latigazo del minutero se agigantan y
magnifican en proporción directa al alejamiento de la hora convenida .La...
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