Estados alterados
Estados alterados
texto del año 2000
Imagen de tapa: obra realizada con hilos por el grupo de arte argentino Mondongo
Dibujos: @maslaton - foto contratapa: Diego Sandstede
En el 2000 Gabriel Levinas decidió reeditar
una revista que marcó buena parte de la
contracultura de los 80s. Como redactor de
El Porteño original, Rodolfo Fowgill fue
nuevamente convocado paraescribir en el
número 1º de esa flamante etapa. Por
cuestiones de diagramación y espacio, el
texto del autor nunca fue publicado
completo y por eso, Plazademayo.com hoy
pone a disposición de los lectores esta pieza
casi inédita, un escrito sobre lo que Fowgill
mejor conocía: la literatura.
En los comienzos de El Porteño, había que
explicar
por
qué
sacábamos
esas
colaboraciones. Másadelante, dentro y
fuera de la revista nos preguntaban cuándo
íbamos a sacarlo del medio de una vez por
todas. Fogwill es de lo que están aquí porque
merece confianza. En su caso, esto significa
que, como antes, seguimos sospechando que
puede tener razón. Con los años la sospecha
de los ochenta se va confirmando, hecho
tras hecho. Y es frecuente encontrar
publicaciones que rescatan esasnotas, o
citan y comentan intervenciones que en su
momento indignaron y quince años después
pasaron a integrar bibliografía universitaria
sobre derechos humanos. Fogwill es escritor.
Su última obra fue publicada por Mondadori
en España con el título Cantos de marineros
en la Pampa, al tiempo que en Argentina se
reeditaba su libro de poemas Partes del
Todo, los cuentos de Muchacha Punk y lanovela Los Pichiciegos. Y Fogwill efectivamente trae problemas: cuando
solicitamos su intervención para este primer número preguntó el limite de
espacio. Olvidando sus hábitos, le dijimos como a todos, que ocupara lo
que necesitase. Fue un error, y a los pocos días llegó un correo con su
colaboración, que ocuparía la mayor parte de la revista.
Gabriel Levinas, marzo 2000
Levinas hace bisY no se lo escuché a un turco. Lo destaco, porque éstas son páginas
sobre literatura. Y porque si lo hubiera escuchado no lo repetiría por ahí.
Sobran historias con comisarios y Levinas y turcos, episodios en los que
la prudencia aconseja no intervenir.
Aunque sobre evidencia de que jamás nadie vaya a montar un
Nüremberg o una CONADEP para juzgar a los que en los setenta cedieron
a lapresión ambiente que impulsaba a corear una marchita ajena, ni a
mediados de los ochenta marchaban consternados manifestando que
recién en ese momento se enteraban de lo que estuvo pasando, siempre
hay culpas, para quien las carga cada minuto se siente como el último del
jolgorio, o como el primero del velorio sin muertos, donde un solo deudo,
Él, debe velar los restos de una humanidad que hamuerto para Él, aunque
siga vivito y coleando en Pinamar, Cuba o Piriapolis y en los ensayos de
murga de la plaza vecina, que era su plaza y ahora no es más de nadie,
también muerta.
Todo esto dicho, sin intención de desacreditar a la narrativa histórica, a
los que cedieron a la presión de una industria editorial sedienta de nuevos
productos del rubro.
Hacen así: llaman, te dan un librito dehistoria o un mazo de fotocopias
de un librito de historia, y mirando, ves que han subrayado a un malo que
tuvo su corazón bueno, o a un bueno de quien se puede ventilar alguna
agachada, o a una mujer.
Y te ofrecen una miseria de dinero, unas ruedas de prensa y la fama que
puedas conseguir, a cambio de que les armes una novela histórica.
Por ejemplo, hace un par de años Sudamericana mandó ahacer una y
entre los datos históricos se le traspapelaron personajes de otra novela
histórica, fundando así un nuevo género de ficción, el plagio histórico,
ficción histérica que invade librerías y trepa en la lista de best-sellers.
O muere en un despacho judicial, porque hay gente chapada a la antigua
que se indigna cuando alguien que no es el Estado ni una empresa de
servicios recién...
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