Esteban
Alarmado el señor Bintrey al ver tan colorado el rostro de su cliente, no perdió un instante y le condujo al patio. Resultó fácil, porque la oficina donde estaban hablando daba a ese lugar, situado al lado de la vivienda. Una vez allí, elabogado le dio a la bomba de agua con ganas, obedeciendo a una señal de su cliente; éste se mojó la cabeza y la cara con las manos, y se bebió un buen trago de agua. Después de tomar estas medicinas aseguró que se encontraba mucho mejor.
-No se excite con sus buenos sentimientos -dijo Bintrey cuando volvieron a la oficina, mientras el señor Wilding se secaba con una toalla colocada detrás de unapuerta interior.
—No, no. No lo haré. No me excitaré —contestó, mitrando por entre los pliegues de la toalla—. No he sido confuso en lo que he dicho, ¿verdad?
-¡En absoluto! ¡Ha sido usted perfectamente claro!
-¿Por dónde iba, señor Bintrey?
-Bueno, estaba usted diciendo… pero yo en su lugar no me excitaría volviendo tan pronto a hablar del asunto.
-Tendré cuidado. Lo tendré. ¿Por dóndeíbamos cuando sentí ese zumbido en la cabeza, señor Bintrey?
-Por el asado, el guisado y la cerveza -contestó el abogado, como si hiciera de apuntador—, viviendo bajo el mismo techo… y todos juntos…
-¡Ah, sí! Y todos cantando juntos…
-¿Sabe una cosa?, yo en su lugar no dejaría que me excitasen mis buenos sentimientos -volvió a insinuar el abogado con inquietud—. Pruebe un poco más el remedio de labomba.
—No hace falta, ahora no. Bien, señor Bintrey. Todos juntos formando una especie de familia. Verá, señor Bintrey, en mi niñez no estaba acostumbrado a esa clase de existencia individualista que ha llevado más o menos la mayor parte de las personas durante su niñez. Pasada aquella época, concentré toda la atención en mi querida y difunta madre. Después de perderla, compruebo que soy más aptopara formar parte de un conjunto que para estar aislado en mí mismo.
Ser así, y cumplir al mismo tiempo con mi deber hacia quienes dependen de mí, y ligarlos a mí, es algo que tiene un aire patriarcal y agradable. No sé lo que le parecerá a usted, señor Bintrey, pero eso es lo que me parece a mí.
-No soy yo la persona importante en este asunto, sino usted -contestó Bintrey-. Por tanto, importamuy poco mi parecer.
-A mí me parece una idea optimista, útil y encantadora —dijo entusiasmado el señor Wilding.
-¿Sabe una cosa? -insinuó nuevamente el abogado-, yo, de verdad, no me ex…
-No lo haré. Y luego está Haendel.
-Está ¿quién? -preguntó Bintrey.
-Haendel, Mozart, Haydn, Kent, Purcell, el doctor Arne, Greene, Mendelssohn. Me sé de memoria los coros de los himnos de la colección que...
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