estudiante
Christine Feehan – Deseo Oscuro
Capítulo Uno
Había sangre, un río de sangre que manaba de su interior. Había dolor, un mar de
dolor en el que se hallaba inmerso. ¿No terminaría nunca? Miles de cortes,
quemaduras, el constante sonido de una risa mofándose de él, diciéndole que aquello
continuaría por toda la eternidad. No podía creer que estuviese tan indefenso, no
podía creer que suincreíble fuerza y su magnífico poder se hubieran agotado,
dejándole reducido a ese miserable estado. Envió una llamada mental tras otra a la
noche, pero ninguno de los de su especie vino a ayudarle. La agonía continuaba,
implacable. ¿Dónde estaban? ¿Su familia? ¿Sus amigos? ¿Por que no venían y
acababan con esto? ¿Había sido una conspiración? ¿Lo habían de jado
deliberadamente en manos deestos carniceros que usaban sus cuchillos y antorchas
con tal deleite? Había sido alguien conocido quien le había traicionado, pero su
memoria estaba curiosamente debilitada, apagándose debido al interminable dolor.
Sus torturadores habían conseguido atraparle de alguna manera, inmovilizándole
de tal modo que podía sentir pero no moverse, ni si quiera las cuerdas vocales. Estaba
totalmenteindefenso, vulnerable ante esos despreciables humanos que estaban
destrozando su cuerpo. Oía sus burlas, sus interminables preguntas, percibía la rabia
en su interior cuando se negaba a reconocer su presencia o el daño que le inflingían.
Quería morir, dar la bienvenida a la oscuridad, pero sus ojos, fríos como el hielo,
nunca se apartaban de sus rostros, nunca parpadeaban, eran los ojos de undepredador... esperando, vigilando, prometiendo venganza. Eso les enfurecía, pero se
negaban a administrarle el golpe final.
El tiempo ya no significaba nada para él, su mundo se había reducido a la n ada,
pero en cierto momento percibió otra presencia en su mente. El contacto era lejano,
una mujer, joven. No sabía cómo, inadvertidamente, su mente había conectado con la
suya, de manera que ahoraella compartía su tormento, cada abrasadora quemadura,
cada corte del cuchillo que dejaba correr su sangre, su fuerza vital.
Trató de recordar quién podía ser ella. Debía estar cerca si compartía su mente.
Estaba tan indefensa como él, soportando su mismo dolor, compartiendo su agonía.
Trató de evitar que conectara con él, la necesidad de protegerla era muy fuerte,
pero estaba demasiado débilpara bloquear sus pensamientos. El dolor emanaba de su
cuerpo, como un torrente, navegando directamente hasta la mujer que compartía su
mente.
2
Su angustia le golpeó con una fuerza increíble. Él era, después de todo, un
hombre de los Cárpatos. Su primera obligación era siempre proteger a una mujer, aún
a riesgo de su propia vida. Fallar en eso también se añadía a su desesperación y ala
sensación de fracaso. Captó breves imágenes suyas en la mente, una figura pequeña y
frágil, acurrucada en una esfera de dolor, tratando desesperadamente de aferrarse
a la cordura.
No creía conocerla, aunque la veía en color, algo que no le había ocurrido en
siglos. No tenía fuerzas suficientes para obligarla a dormir, ni así mismo, no había
nada que les librase de aquella agonía. Apenaspodía captar los pequeños fragmentos
de pensamientos en los que ella pedía ayuda desesperadamente, tratando de
descifrar lo que le estaba ocurriendo. Las gotas de sangre empezaron a filtrarse por
sus poros. Sangre roja. Veía claramente que su sangre era roja. Sabía que eso tenía
un significado muy importante para él, pero se sentía aturdido, incapaz de discernir
por qué era importante y quésignificaba.
Su mente se estaba volviendo borrosa, como si un gran velo empezara a
extenderse sobre su cerebro. No podía recordar cómo habían conseguido capturarle.
Se esforzaba por ver la imagen del miembro de su propia especie que le había
traicionado, pero no lograba nada en absoluto. Sólo había dolor. Terrible,
interminable dolor. No podía emitir ningún sonido, ni siquiera cuando su mente...
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