estudiante

Sociedad y Comunicación de Masas
La industria de la cultura: ilustración como engaño de las masas.
Según la cual la pérdida del apoyo de la religión obviamente establecida y la disolución de los últimos restos de pre-capitalismo, junto con la diversificación o especialización tecnológica y social, han conducido a un caos cultural. El cine, la radio, y la revista informativa componen un sistemaque es uniforme en su conjunto y en cada una de sus partes.
Los habitantes, en calidad de productores y consumidores, son atraídos al centro en busca de trabajo y de placer, todos los elementos vitales se cristalizan en conjuntos bien organizados. Bajo los monopolios, toda cultura de masas es idéntica, y las líneas de su entramado artificial comienzan a traslucirse. Las personas situadas en lacúspide no están ya interesadas en disimular el monopolio: cuanto más ostensible se hace su violencia, más crece su poder. Ya no es necesario que el cine y la radio tengan pretensiones artísticas. (Ambos son industrias que cuando se revela el ingreso de los directores, se evapora cualquier duda sobre la utilidad social de los productos terminados).
Se alega que, puesto que en ella participanmillones de personas, son necesarios ciertos procesos reproductivos que requieren inevitablemente la satisfacción de necesidades idénticas en innumerables lugares con idénticos bienes. Se afirma que las normas se basaron en primer lugar en las necesidades de los consumidores y que por esa razón fueron aceptadas con tan poca resistencia.
No se hace mención de un hecho: que la base sobre la cual latecnología adquiere dominio sobre la sociedad es el poder de aquellos cuya influencia económica sobre la sociedad es mayor, la racionalización de la tecnología es la racionalización de la dominación misma.
La radio es democrática: convierte a todos los participantes en oyentes y les impone autoritariamente unos programas que están cortados por el mismo patrón. No se ha provisto ningúnprocedimiento de réplica, y se niega la libertad a las radioemisoras privadas. A mayor abundamiento, existe el acuerdo (o al menos la decisión) de todas las autoridades ejecutivas de no producir o aprobar nada que de alguna manera dilate de sus propias reglas, de sus ideas sobre el consumidor o de las que gravitan sobre ellos.
En la actualidad la tendencia social la encarnan los propósitos subjetivos delos directores (empresas metalúrgicas, químicas, eléctricas, petroleras, etc) en comparación con los monopolios que no pueden darse el lujo de descuidar el apaciguamiento de los detentadores de poder si no quieren que su esfera de actividad en la sociedad de masas sufra una serie de purgas. La empresa de la radiodifusión depende de la empresa eléctrica, la industria cinematográfica depende de losbancos.
Al final, cuando los productos diferenciados mecánicamente resultan todos semejantes, se manifiesta el grado de formalización del procedimiento.
El criterio universal de mérito es la magnitud de la producción sobresaliente, de las inversiones ostentosas en efectivo. Los variados presupuestos de la industria cultural no guardan la menor relación con valores fácticos, con el sentido delos productos, y hasta los medios técnicos se ven forzados inexorablemente a la uniformidad.
El desarrollo de la industria cultural ha conducido a una preponderancia del efecto, del toque ostensible y el detalle técnico sobre la obra en sí, que lleva implícita una idea pero es aniquilada al par que ésta.
Se ha hecho pasar al mundo por el filtro de la industria cultural, la antigua experienciadel aficionado del séptimo arte, que veía el mundo exterior como una prolongación de film que acababa de presenciar (porque en éste se había querido reproducir el mundo de las percepciones cotidianas) es ahora la pauta que sigue el productor.
La vida real se ha vuelto indistinguible de las películas, el cien no da cabida a la imaginación o reflexión por parte del espectador, quien no puede...