Estudiante

Quito. 7 jul 97. (Editorial) Dicen que a comienzos de los
ochenta, en casa de Rodolfo Baquerizo Nazur, Assad Bucaram y
León Febres Cordero, unidos en la oposición al gobierno de
Jaime Roldós peroincapaces de dirigirse la palabra, se
servían del anfitrión como intermediario para intercambiar
estrategias a pesar de estar sentados uno al frente del otro.
Quizás la anécdota no sea enteramentecierta, pero sirve para
describir el carácter de ese hombre que acaba de fallecer en
Guayaquil y que hace ya quince años desempeñó un papel
importante en el sostenimiento de la recién nacidademocracia:
era una persona capaz de lograr acuerdos entre enemigos
irreconciliables.

Rodolfo Baquerizo entregó apenas cinco de sus años a la vida
pública. Había llegado a la Cámara Nacional deRepresentantes
en 1979, en medio de la avalancha de cefepistas que seguían a
Bucaram y a Roldós, pero pronto se vio atrapado entre los dos
fuegos de la primera pugna de poderes con que se reiniciaba lademocracia. Y aunque inicialmente en el bando de los
patriarcas, su posición debió ser más democrática que sectaria
a tal punto que a la muerte de Roldós el propio gobierno
apostó por él paraelegirlo vicepresidente de la República.
Baquerizo perdió la elección por un voto ante León Roldós.
Pero meses después fue elegido presidente de la Cámara
siguiendo la estrategia del entonces ministrode Gobierno,
Galo García Feraud. Bucaram había muerto y Baquerizo, heredado
la dirección del CFP, que pronto le arrebataría Averroes.
Hombre esencialmente caballeroso, don Rodolfo condujo la
Cámaraen medio de vientos borrascosos y llamadas a las
puertas de los cuarteles. Cuando concluyó su mandato había
contribuido a fortalecer la democracia y a su alrededor,
aparecido una aureolapresidenciable. Pero las cartas estaban
echadas y el país tenía otros destinos. Rodolfo Baquerizo
Nazur se retiró a su vida privada. Si no cosechó éxitos
mayores fue sin duda porque en estas tierras, como...