estudiante
Cuando Balder vino a pedirme cuentas yo aú nadaba desvelada entre los brazos de
Christopher. Apareció en mitad de la noche, en la casa de Belgravia, que yo, por sus
rododendrosy sus hileras de rosales enfebrecidos, sabía de su preferencia. Levanté la
cabeza y adiviné su sombra más allá de la ventana, una estaca oscura sobre el sendero de
arena.
Cerré los ojos, y apretélos párpados para alejarlo, pero cuando los abrí de nuevo él ya se
encontraba en la habitación, envuelto en las sombras del recoveco junto a la ventana. Quise
advertirle, porque si se descuidabapodría pisar la ropa desperdigada y los cristales rotos,
las huellas del último forcejeo entre Chris y yo, entre mi voluntad y mis debilidades, el
desastre en el que se había convertido la casa y nuestravida, pero no hizo falta. Conocía
aquel cuarto, lo había recorrido conmigo en múltiples ocasiones, y continuó avanzando.
Levantó la cabeza, fijó en mí sus ojos feroces, y aguardó a los pies de lacama.
Yo me incorporé, observé por un momento a Christopher, que continuaba dormido,
indefenso bajo las capas de sueño, y me despedí de él. Sus labios cedieron levemente bajo
los míos, y por primeravez dudé del calor de la vida, de si la sangre aún latía en mi beso,
que no logró despertarle. Busqué las zapatillas bajo el borde de la cama y me :&cerqué a
Balder. Sus manos blancas, de huesostransparentes bajo la piel lívida, cortaron el aire con
algo de vuelo de ave y me atravesaron el pecho; sentí el latido de la piel al hendirse, la
frialdad de un tacto de hielo que se abría paso entremi sangre.
Luego, con un tirón, extrajo las manos de mi busto y me mostró lo que buscaba; era mi
corazón, o tal vez mi hígado, y lo apretó hasta reducirlo a un polvo seco, que cayó poco
a poco asus pies, un serrín rojizo y muerto.
No fue un precio excesivo por todo lo que me dio. Balder me trajo a Christopher,
incluso a Clara: me prestó años de búsqueda, una felicidad pastosa y de malva...
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