estudiante
Para Álex,
que todos los días me regala su alegría.
Y para Fermín, siempre
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Jerusalén, época actual
Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o
«
matando.» Aquella frase de Mohamed Ziad la había atormentado desde el mismo instante en que la
había escuchado de labios de su hijo Wädi Ziad. No podía dejarde pensar en aquellas palabras
mientras conducía bajo un sol implacable que doraba las piedras del camino. El mismo color dorado
de las casas que se apiñaban en la nueva ciudad de Jerusalén construidas con esas piedras
engañosamente suaves, pero duras como las rocas de las canteras de donde habían sido arrancadas.
Conducía despacio dejando que su mirada vagara por el horizonte donde lasmontañas de Judea se le
antojaban cercanas.
Sí, iba despacio aunque tenía prisa; sin embargo, necesitaba saborear aquellos instantes de silencio
para evitar que las emociones la dominaran.
Dos horas antes no sabía que iba a emprender el camino que la llevaría hacia su destino. No es que
no estuviera preparada. Lo estaba. Pero a ella, que le gustaba planear hasta el último detalle de su
vida, lehabía sorprendido la facilidad con que Joël había conseguido la cita. No le había costado ni
una docena de palabras.
—Ya está, te recibirá a mediodía.
—¿Tan pronto?
—Son las diez, tienes tiempo de sobra, no está muy lejos. Te lo señalaré en el mapa, no es
complicado llegar.
—¿Conoces bien el lugar?
—Sí, y también los conozco a ellos. La última vez que estuve allí fue hace tres semanas con los deAcción por la Paz.
—No sé cómo se fían de ti.
—¿Y por qué no iban a fiarse? Soy francés, tengo buenos contactos, y las almas cándidas de las
ONG necesitan quien les oriente por los líos burocráticos de Israel, alguien que les tramite los
permisos para cruzar a Gaza y Cisjordania, que consiga una entrevista con algún ministro ante el que
protestar por las condiciones en que viven lospalestinos; les proporciono camiones a buen precio para
trasladar la ayuda humanitaria de un lugar a otro… Mi organización hace un buen trabajo. Tú puedes
dar fe de ello.
—Sí, vives de los buenos sentimientos del resto del mundo.
—Vivo de prestar un servicio a los que viven de la mala conciencia de los demás. No te quejes, no
hace ni un mes que os pusisteis en contacto con nosotros, y en esetiempo te he conseguido citas con
dos ministros, con parlamentarios de todos los grupos, con el secretario de la Histadrut, facilidades
para entrar en los Territorios, te has podido entrevistar con un montón de palestinos… Llevas cuatro
días aquí y ya has cumplido con la mitad del programa que tenías previsto.
Joël miró con fastidio a la mujer. No le caía bien. Desde que la recogió en elaeropuerto cuatro días
atrás había notado su tensión, su incomodidad. Le molestaba la distancia que ponía entre ellos al
insistir en que la llamara señora Miller.
Ella le sostuvo la mirada. Tenía razón. Había cumplido. Otras ONG utilizaban sus servicios. No
había nada que Joël no pudiera conseguir desde esa oficina con vistas de la Vieja Jerusalén a lo lejos.
Con él trabajaban su mujer, que eraisraelí, y cuatro jóvenes más. Dirigía una empresa de servicios
muy apreciada por las ONG.
—Te diré algo de ese hombre: es una leyenda —dijo Joël.
—Hubiese preferido hablar con su hijo, es lo que te pedí.
—Pero está de viaje en Estados Unidos invitado por la Universidad de Columbia para participar en
un seminario, y cuando regrese, tú ya te habrás ido. No tienes al hijo, pero tienes al padre; créemecuando te digo que ganas con el cambio. Es un viejo formidable. Tiene una historia…
—¿Tanto le conoces?
—En ocasiones los del ministerio les envían a la gente como tú. Es una «paloma», todo lo contrario
que su hijo.
—Precisamente por eso me interesa hablar con Aarón Zucker, porque es uno de los principales
líderes de la política de asentamientos.
—Ya, pero el padre es más interesante...
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